Desobediencia.

Érase una vez una historia de desobediencia... ¿civil? o no.

Se le antojaba cuanto menos curioso en el modo en el que las noticias de cada día la llevaban de vuelta a antiguas lecturas… había sido ver los titulares de los periódicos y pensar en Thoreau y su desobediencia civil, claro que lo que Thoreau promovía era la desobediencia de los votantes hacia sus gobernantes, no a la inversa, aunque no dejaba de tener sentido ¿cuántas veces habría repetido la frase ‘el mundo al revés‘ refiriéndose a la realidad que le había tocada vivir? pues en eso también, el mundo al revés o, como solían decir en su tierra, ‘los pájaros revirándose ante las escopetas‘.

Además, la cosa de la desobediencia, que en otro tiempo le habría parecido un tema mayor, le parecía una mera anécdota comparada con algo que le tocaba más de cerca, los titulares de prensa en sí mismos; y es que tampoco dejaba de sorprenderle el modo en el que se podía decir una cosa y la contraria en la misma frase sin que a nadie se le encendieran las mejillas… Eso también le hacía pensar en Thoreau y lo certero que había estado el americano al explicar como un sólo hombre podía torcer la voluntad de un gobierno por más que ese gobierno sumase las voluntades de otros muchos… sería cosa de que, en realidad, la voluntad es cosa del individuo y no de los entes; claro que eso entraba ya en el terreno de lo filosófico y la filosfía vendía tan poco en el S.XXI que incluso había mentes faltas de criterio que valoraban la posibilidad de borrarla de los currículos escolares.

Pensó entonces en Bradbury… ¿fue Bradbury? sí, creía que sí, fue él quien dijo que no era necesario quemar libros como se hacía antaño, bastaba con conseguir que no se leyeran ¡la maldición de los clásicos! pensó… todo el mundo habla de ellos pero nadie los lee ¿y si era eso lo que sucedía con Thoreau?.

Mareó un poco más las hojas del periódico y constató un hecho que se le antojó entonces incontestable: no, ella no escribía un cuento cada domingo, ¡a saber qué era lo que escribía ella cada domingo disfrazado de cuento clásico con su ‘érase una vez’ para empezar! pero no era un cuento… cuentos era lo que contaba la prensa escrita, oída y vista ¿y la verdad? muchos decían buscarla… algunos incluso juraban haberla encontrado pero lo cierto era que no conocía a nadie que la hubiera encontrado, sólo a algunos que se habían rendido a lo que la mano que mece la cuna presentaba como cierto y verdad…



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