¡Ale-Hop!

Érase una vez la historia de unas vacaciones que eran más un tiempo de ocio una huída hacia el placer Mediterráneo y el buen rollo ¡Ale-Hop!.

Y entonces hizo aquello de lo que siempre había renegado. Y lo hizo por gusto y con gusto. Por el mero placer de hacerlo y disfrutarlo. Ahora que estaba de regreso de las vacaciones que nunca pensó disfrutar, se reía de sí misma y de sus prejuicios y reconocía una vez más la complejidad del mundo y sus cosas, los vuelcos y revuelcos de la vida.

Siempre se había negado a viajar al Levante en agosto. Siempre se había negado a convertir sus vacaciones de verano en un sol, playa, paseo, helado y copa sin mayor enjundia. Siempre… Siempre es un adverbio tan peligroso como nunca (nunca digas nunca jamás…). Y es que nunca había pensado que vería llover en el Levante en agosto. Y había llovido.

16 de agosto. Benidorm. Un apartamento en primera línea de playa. Con terraza y vistas al mar. Coche en el parking del primer día de la semana al último. Playa en sesión matinal, mediodías de terraza, helado y libro, playa en sesión de tarde y hasta de atardecer, cenas de terraza, mojito y paseo nocturno… Y en casa a la 1 porque para combatir al virus nada como un toque de queda, el bicho tiembla de pavor al toque de corneta que retira a la marabunta a sus refugios privados, tiembla tanto como contaba Reverte en una ocasión que temblaban los terroristas islamistas ante las flores y las velas con las que Occidente respondía a sus masacres. Pero esa es otra historia. Una historia más densa, llena también de matices y aristas, mucho más compleja que la de las vacaciones que nunca pensó que disfrutaría…

Claro que aquellas vacaciones no habían sido una opción. Tras 15 días de norte y frío y una ola de calor en Madrid el Mediterráneo era la única opción y Benidorm el único lugar en el que encontrar un apartamento libre.

¡Ale-Hop! Maletas hechas y a ver que pasa…

Pasa que cuando solo quieres zambullirte en el mar, tumbarte al sol, disfrutar de un helado, reir con los tuyos y darte un capricho, esas vacaciones que nunca pensabas disfrutar se convierten en el verano perfecto.

Y más cuando vuelves a casa con pequeños tesoros dispuestos a recordarte aquello que la agobiante rutina diaria tratan siempre de hacerte olvidar.

La cartuchera de las gafas del niño: No Drama. Llama (pues eso, sin dramas ni tragicomedias, llama, no a la llama andina sino a la madre que te parió, y ya).

La cartuchera de las gafas de la madre: You Can. Toucan (que sí, que puedes, y no porque lo dijera Obama sino porque lo dice un tucán costarricense con todo su pico).

La libreta del invierno: Do it with no regrets (porque lamentarás siempre más lo que dejes de hacer que lo que hagas por más que lo que hagas salga del revés).

Y ahora que estaba de vueltas, ahora que empezaba poco a poco la vuelta al cole, al trabajo, a las rutinas… ahora que empezaba el curso del No Drama, Llama y el del You Can, Toucan… ¡Ale-Hop! quería que sus vacaciones de verano fueran siempre de terraza y vistas al mar, playa, helado, libro, mojito, paseo y… ¡Ale-Hop!. ¿Se estaría haciendo mayor? Tal vez.



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