Cinco piezas para amenizar la batalla escocesa contra el Brexit.

Barsanti, Mendelssohn y Donizetti y Escocia.

La vieja Escocia forma parte de esa Gran Bretaña salvaje jamás romanizada, aunque más que por la resistencia de sus fieros pobladores porque su tierra no era apta para el cultivo de la triada mediterránea conocida por los conquistadores. La tribu celta originaria de los Scotti, que se asentó por primera vez en Escocia a finales del turbulento siglo V, trajo consigo el gaélico y también la afición por la literatura oral, la música, los mitos y las leyendas, una tradición cultural que en la mayoría de los casos difumina la frontera de lo real y lo imaginario. Seguramente su clima húmedo y ventoso, y sus inviernos de días cortos y cielos encapotados tiene mucha que ver en el origen de sus leyendas transmitidas de generación en generación.

La Escocia gaélica compartía con la Irlanda gaélica una visión cultural de la tierra en la que ésta no era tanto una propiedad privada como un recurso común. Pero esa Escocia tribal fue aplastada por los ingleses en 1746 en la batalla de Culloden Moor. Las transformaciones legales y sociales provocadas por la implantación del estado británico permitieron a los viejos señores de los clanes, los que más habían luchado contra el nuevo orden, apoderarse de extensas extensiones de tierra que antes pertenecían a la comunidad. El traslado obligatorio de la población desde las tierras del interior puso fin a siglos de cultivo provechoso y contribuyó a hacer de esta tierra el páramo que es hoy.

Las Highlands, con sus profundos valles y misteriosos lagos, y la brava resistencia de los escoceses fueron objeto de la ensoñación de los escritores románticos que difundieron los estereotipos escoceses por toda la Europa de la primera mitad del siglo XIX. En contraste con el mundo rural, comenzó a emerger el mundo urbano, con dos ciudades, Glasgow y Edimburgo, en las que las tradiciones autóctonas se mezclaron con las influencias exteriores, principalmente inglesas, que dinamizaron su vida económica y social. Esa es la Escocia del libro A journey to the Western Islands of Scotland (1775), de Samuel Johnson, el autor inglés más influyente y relevante después de Shakespeare. Y como buen inglés de entonces, poco o nada amigo de los escoceses -aunque viajase con su amigo escocés, James Boswell-. Claro, como no se puede estar de acuerdo siempre, esa es la Escocia que tiene luz verde del Tribunal Supremo para poder sumarse a la batalla legal del Brexit.

Y esa es la Escocia a la que llegó Francesco Barsanti, un compositor de la ciudad toscana de Lucca que que encontró en Edimburgo el potencial de las bellas melodías del viejo folklore escocés. Muchos años después Félix Mendelssohn también visitó Escocia en el primero de los diez viajes que realizó a Inglaterra. Gaetano Donizetti también se inspiró en Escocia. Que sepamos, el compositor lombardo nunca pisó suelo escocés, pero el libreto de su ópera Lucia di Lammermoor está inspirado en The bride of Lammermoor de Sir Walter Scott.



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