Heredero de una tradición que en última instancia se remonta a los goliardos, Darío Fo decía que nació politizado. Por eso se dedicó a escribir y representar comedias donde por medio de la sátira repartía estacazos al poder, ya viniese ese poder de la iglesia, del estado, o de los mercados, daba igual, porque el poder no soporta el humor… porque la risa libera al hombre de sus miedos. En 1959 fundó junto con su esposa su primera compañía de teatro. Desde entonces, hicieron teatro cómico itinerante en teatros, y también en plazas, fábricas, gimnasios y parques, un modo de hacer teatro caracterizado por su elevado tono de agitación política a la que llamó izquierdismo no oficial, y sus discusiones con el publico sobre el tema de la obra.
Irreverente, impertinente e incómodo, con su teatro itinerante Fo rescató el concepto de espectáculo abierto, en el que la palabra, la acrobacia, la mímica y el gesto recuperaron la tradición escénica medieval que dio origen a la Commedia dell’Arte nacida en Italia a mediados del siglo XVI. Partiendo de ese principio, Fo escribió más de un centenar de obras, entre las que destacan El dedo en el ojo; Cuerdos de atar; las Farsas; Misterio bufo; ¡Aquí no paga nadie!; La muerte accidental de un anarquista, El Papa y la bruja; Darwin, ¿somos monos por parte de padre o madre?, y Darío y Dios. Ante la sorpresa de muchos, siendo él mismo el primero de ellos, este actor de talento, comediógrafo, escenógrafo y pintor vio recompensados sus más de 40 años de sátira, ironía y diversión con la concesión del Premio Nobel de Literatura de 1997. Desde el primer momento, muchos manifestaron su disconformidad, entre ellos el Vaticano. Se lo concedieron por mofarse del poder y restaurar la dignidad a los oprimidos en la más pura tradición de la juglaría medieval.
Y bien merecido se lo dieron por devolver el teatro a su origen, al pueblo llano. Una forma de entender el teatro que no es nueva, pero que se encontraba devaluada por la tendencia histórica de hacer del arte una actividad intelectual reservada a unos pocos. Y tomo ejemplo más allá de los goliardos y los juglares, de Aristóteles, que tomaba a la comedia como un valor ético preventivo que permitía que la gente común, a la vez que se divertía, razonase mediante la exposición de una realidad torcida, algún vicio que los espectadores evitaban o corregían después de evaluar su propio comportamiento. Una labor dirigida que fomenta la reflexión del espectador. Aún más importante, si cabe, desde mediados del siglo XX, momento en el que los medios de comunicación, en especial la televisión, comenzaron a evitar cualquier ejercicio de pensamiento crítico.
“El teatro jamás debe salirse de la realidad. Incluso cuando representas un clásico, Shakespeare, por ejemplo, que habla de cosas antiguas, estás hablando de tu tiempo.”
“La sátira es el arma más eficaz contra el poder: el poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos.”
El mundo está lleno de gente interesante, de gente que aporta, que crea, que sabe… la gente que construye en sociedad, la gente que admiramos, en la que creemos, es ésta.
Abogado, doctorado en ciencias políticas y presidente número 28 de Estados Unidos, Woodrow Wilson nació en Staunton, Virginia, el 28 de diciembre de 1856. + ver