El secreto de Nina.
Porque los sueños que soñamos despiertas son los más hermosos.
La nueva aventura de Nina es mucho más que un cuento de hadas. Es una metáfora, un coqueteo sutil con la magia y lo inesperado; un viaje interior, misterioso y cargado de simbolismo; una búsqueda enigmática entre dos mundos que comienza en su apartamento: escenario parisino decorado en blanco, delicado, impecable. Y un espejo.
El espejo es la invitación, la puerta hacia un universo onírico, un remolino de tentaciones en el que Nina se sumerge sin dudarlo un instante, hallándose de repente en la boca de un fascinante laberinto escarchado cuyo enigmático sendero marca el inicio de la más bella búsqueda. Un ángel guardián de ojos penetrantes guía a nuestra princesa ataviada de encaje, seda y muselina hasta un árbol majestuoso, el manzano. ¿Qué descubre Nina entonces?
El blanco, el espejo, el árbol, la manzana y el guardián son los símbolos de una bella historia con final feliz y del mágico secreto que se esconde al final del laberinto: Nina L’Eau, el nuevo perfume de Nina Ricci que ha logrado reunir todos los iconos de la Maison en una sola creación.
Sensual y enigmática, chispeante y ligera, la nueva obra de Olivier Cresp es un “torbellino” orquestado en blanco, una ráfaga de aire fresco, una luz invernal que anuncia los primeros brotes de la primavera. Nerolí frío, escarchado cuya dulzura floral se vuelve intensa gracias a las notas frutadas de la flor del manzano. La voluptuosidad de la gardenia nos sumerge en el profundo corazón del perfume, femenino, delicado y potenciado por un fondo de musk dulce, penetrante y duradero que fija el aroma en la piel.
¿El frasco? Una “manzana” en dulce. Un guiño al icono Nina Ricci por excelencia o quizás el más célebre en la actualidad, su manzana. En vidrio rosa escarchado, hojas de plata y coronado por un tapón tan redondo como la fragancia que encierra, el envase es todo un capricho, coqueto, goloso, femenino.
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