Yo, mi, me, conmigo. ¿Y tú?

"Cuando ubicas el mundo a tu alrededor, en lugar de ubicarte tú en el mundo, la realidad se vuelve perversa" pensaba mientras aligeraba el paso...

Un ‘yo‘ constante y recurrente, sonoro y repetido a todas horas y con diferentes voces resonaba una y otra vez en su cabeza; era el eco de tantas y tantas frases que había escuchado comenzar por ese ‘yo‘ constante y recurrente, sonoro y repetido…

Había salido a caminar porque era el único modo de aligerar la densidad de sus pensamientos cuando éstos amenazaban con hacerse con su voluntad más allá de su propio criterio, de su emoción y hasta de su sentido común; su mente parecía moverse al ritmo de sus pies cuando caminaba y entre paso y paso perdía los pensamientos superfluos e intrancendentes, los que no eran más que la arenisca que ocultaba aquello en lo que debía centrarse porque era lo más importante, el objeto de sus pasiones más profundas.

Entonces comenzaron a llegarle retazos de conversaciones ajenas y en esta ocasión no era ecos, eran voces nuevas, conversaciones en vivo, era lo que sonaba a su alrededor y de nuevo las frases comenzaban con un sonoro e intenso ‘yo‘… ‘porque yo‘, ‘entonces yo‘, ‘y yo‘, ‘yo‘…

Entendía aquel modo de expresarse como reflejo de un modo de sentir, uno infantil y primario, propio de quienes necesitan reafirmarse de modo continuo y constante, sucede con los niños sólo que en ellos es sólo parte del proceso de madurar y crecer, se reafirman al tiempo que se descubren y al tiempo que se descubren se dan a conocer pero ¿qué sentido tenía repetir aquella fase de modo recurrente y constante hasta el fin de los días? no lograba responder aquella pregunta y no podía evitar sentirse parte de una sociedad inmadura a la que la historia habría de juzgar con dureza.

Francamente, querida, me importa un bledo…‘ reconoció aquella frase al instante y giró sobre sí misma para descubrir el contexto en el que ésta ganaba un nuevo uso; vio a un hombre de pelo cano y piel clara sentado en el banco junto al que acababa de pasar, una mujer no más joven y perfectamente arreglada permanecía sentada junto a él pero no era ella la destinataria del mensaje, el hombre miraba a una joven que no debía tener más de 14 o 15 años; la adolesdente tenía el rostro encendido en ira pero al hombre mayor parecía no importarle, dedujo que debía ser el abuelo de la niña porque nadie puede mirar con la intensidad del cariño en el fondo de los ojos a una joven iracunda y hecha un ‘yo’ gordo y desmedido como hacía aquel hombre, escuchando con toda la paciencia del mundo palabras que iban y venían en tono elevado e imperioso.

Se levantó entonces del banco elevando su cabeza un palmo por encima de la de la joven y completó lo que quería decirle… ‘Cuando ubicas el mundo a tu alrededor, en lugar de ubicarte tú en el mundo, la realidad se vuelve perversa… no porque lo sea, sólo porque no se pliega tus deseos‘. La mujer, que permanecía sentada, sonrió e hizo un gesto afirmativo mientras la joven, ya callada, parecía intentar entender lo que aquello significaba…

«Cuando ubicas el mundo a tu alrededor, en lugar de ubicarte tú en el mundo, la realidad se vuelve perversa» pensaba mientras aligeraba el paso camino a casa más tranquila, más centrada, sabiendo que en aquel paseo un hombre ya mayor y pausado le había explicado, sin saberlo, el por qué de tanto disgusto en tanto ‘yo‘ como escuchaba a lo largo y ancho de un día, no eran en realidad ‘yoes‘ por más que así se llamaran, eran sólo egos que intentaban hacer bailar al mundo a su son en lugar de bailar ellos al ritmo de la música.



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