Vivir no es sólo existir…
Descansar, es empezar a morir.
‘Vivir no es sólo existir,
sino existir y crear,
saber gozar y sufrir
y no dormir sin soñar.
Descansar, es empezar a morir.’
Con el alma más calmada pero en la misma convicción que una semana atrás, escribió las palabras de Gregorio Marañón en la primera hoja de una libreta nueva, pequeña, la que ocuparía su bolso hasta que su última hoja quedara escrita.
Él se había marchado hacía tan solo unos minutos, con su bici y ella decidió prepararse un café y saborearlo en una sonrisa, la que le arrancaba siempre aquella taza… Y tras la sonrisa, el bolso y la calle, por delante una mañana de paseo tranquilo y pausado, solitario, con la única intención de desperezar el cuerpo y las ideas, de mirar al mundo y la vida a la cara, de ver y sentir cómo se respiraba en la calle…
Se calzó sus botas de agua sabiéndose víctima del ansia del estreno, porque no llovía ni el cielo parecía tener ya intención, aunque todavía quedaban charcos en la calle para darse el gusto de navegarlos… Se lanzó a pasear Madrid bolso en ristre y libreta y bolígrafo en mano.
Se dejó llevar por los aromas de humedad y otoño, por la caricia suave de una brisa de sierra y frío, apuntó un par de frases oídas al azar, el nombre de un perro llamado a voces por su dueño y el de un vino blanco de aperitivo, verano y sol; observó a los pequeños jugar y reír en el parque con juegos de cartón y vestidos al trasluz… llamó su atención una niña a la que delataban sus resueltos modales, parecía sin duda menor de lo que era.
La pequeña se acercó a un señor mayor, elegante y amable, que descansaba sentado en un banco sin soltar su curioso paraguas; los retazos que le llegaban de la conversación entre ambos despertaron en ella suficiente curiosidad para acercarse con sutil disimulo y sentarse junto a ellos. – Un abismo es un espacio inmenso en el que todo está por hacer – dijo el caballero mayor a la pequeña sentada a sus pies. – ¿y viene después de los sueños, abuelo? – él sonrió acariciando la carita inquisitiva cuyos ojos se colgaban de los suyos – sólo si los tocas, hija, sólo si los tocas.-
La pequeña se marchó de nuevo al columpio dejando a su abuelo en una ensimismada observación de sus manos; al levantar sus ojos de ellas se topó con una mirada profunda y descarada a la que lanzó una pregunta – ¿acaso no conoces el abismo que sobreviene a los sueños? – ella se ruborizó ligeramente al sentirse decubierta cual vulgar voyeur – ¿a los sueños rotos? – acertó a preguntar a su vez y el hombre la miró entonces de modo condescendiente…
No – dijo – a todos los sueños… aunque sólo si alcanzas antes a tenerlos entre tus manos, no importa si los cumples o los rompes, un sueño acariciado no vuelve nunca a ser un sueño, su tiempo ha pasado y tras él… sobreviene siempre un abismo que sólo cabe llenar de sueños nuevos – ella intentaba seguir aquel razonamiento, encajar la piezas de aquel rompecabezas – pero – dijo – no es así, los sueños rotos siguen siendo sueños, un sueño no puede romperse, sólo perderse y reencontrarse… – él sonrió negando suavemente con la cabeza – será entonces otro sueño… uno, el primero con el que llenar el abismo que sobreviene a los sueños… -.
El hombre se alejó caminando despacio hacia el columpio y ella sacó de nuevo su libreta en la que dejar nota y rastro del abismo de cada día… pero se encontró con el doctor Marañón y sonrió… porque vivir no es sólo existir.
Life Looks Good