Suerte.

Tenía suerte, la suerte de saber que la suerte no existía... o sí, y cuanto más trabajaba, más suerte tenía.

Se hacía acompañar por Forrest Gump mientras saltaba de libro en libro -de papel- y de archivo en archivo tratando de poner en orden las mil y una fuentes de información que estaba utilizando para documentarse, y es que había caído una vez más en un error que era recurrente en su vida, comenzaba a buscar algo y ese algo la llevaba a otro algo y de ahí a otro… y eso que era en esencia una gran dispersión que desdibujaba su objetivo, era también la gran suerte de su curiosidad porque le hacía descubrir magia donde antes no había más que el vacío propio de la ignorancia.

La vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar…

O de Pandora, pensó… sabía que era un pensamiento negativo, de esos que era mejor alejar porque, de no hacerlo, acababan por convertirse en un devorador de ilusiones y… ¿qué sería del ser humano sin sus ilusiones?

De ilusiones también se vive…

La frase no era suya, era de tantos como la habían utilizado antes que ella y de cuantos la utilizarían de ella en adelante, era también una verdad incontestable porque era de ilusiones de lo único que se vivía, porque la realidad no era más que un lienzo al que la causalidad trazaba cuatro líneas dejándonos espacios para pintar nuestra propia vida en ellos y por eso, sólo por eso, ni más ni menos que por eso, era tan importante dar a los niños su caja de pinturas de colores, porque la vida es para pintarla y escribirla a mano alzada, para hacer de ella un sayo llenándola de ilusiones por cumplir… y cumplirlas.

Nadie más que tú mismo es el responsable de tu vida…

Nada ni nadie, ni la suerte, ni los hados, ni los trasgos, ni la magia, ni las brujas, ni las meigas tenían la postestad de escribir nuestro destino, sólo nosotros, cada uno de nosotros, tiene esa libertad… claro que es eso, libertad, nunca obligación, eso sí, a quien no dibuja su lienzo se lo dibujará su desidia y su desgana… nunca su suerte… o sí, la suerte que se ha ganado.

La suerte, como la tierra, es para el que se la trabaja…

Con las ilusiones en una mano, el esfuerzo en la otra y la inteligencia puesta al servicio de ambas, no importaban los cuatro trazos marcados de serie en su lienzo, no eran más que el comienzo y la vida no es nunca como empieza, tampoco como termina, es como la pintas, es como la vives, es como la sientes y es, por encima de todo, como la haces ser…

Isaac Asimov creía en la suerte y decía que sólo favorecía a la mente preparada; Thomas Jefferson creía en la suerte y decía que había constatado que cuanto más trabajaba más suerte tenía; Emily Dickinson creía en la suerte y decía que no era casual sino fruto del trabajo; Henry Ford creía en la suerte y decía que cuánto más se esforzaba más suerte tenía; Séneca creía en la suerte y decía que era lo que ocurría cuando la preparación econtraba la oportunidad… La bibliografía de la suerte era densa e intensa, sonrió sintiéndose arropada en su pensamiento por tan sabios e ilustres personajes.

Tomo un largo sorbo de café caliente pensando en su suerte con el convencimiento de que no es ella quien había de marcar su destino, se lo habían explicado desde niña, puede haber momentos en los que al tirar la moneda al aire salga cara, puede haber momentos en los que salga cruz pero, al cabo de un sinfín de momentos, uno llega donde lo han llevados sus decisiones, sus hechos, sus pasos… y las monedas que cayeron de cara o de cruz son sólo instantes causales del destino. Escribió entonces como punto final a su cuento del domingo:

La suerte, queridos míos, es como los Reyes Magos, no existe… son tus manos.



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