Sueños de papel.
Los sueños son de papel pero lo importante de eso no es el papel, sino el ser... los sueños son vida y pueden ser la vida.
Compartir cena y mantel en la calma de un sábado noche era de esas costumbres que, imaginaban, mantendrían por siempre jamás…
Eran ambos guerreros y aventureros, de los que dan vida a la vida cada día y quizá por eso saboreaban tanto los momentos de calma y paz, de mirarse a los ojos y compartir lo que rondaba por su ánimo y sus cabezas, y es que lo que tiene ser guerrero es tener siempre la mente despierta, activa, en marcha…
Se habían pasado media tarde en la cocina y se disponían a degustar el fruto de su afán por cocinar… la pequeña cesta de mimbre con unos trozos de pan de pueblo estaba ya en el centro de la mesa, también el vino; él llevó una ensalada deliciosamente aliñada para compartir mientras ella dejaba el pollo en el horno ya apagado para que mantuviese el calor… no faltó un dulce para el postre ni una copa suave para brindar por la vida.
Llevaban ya un rato frente a una mesa de platos vacíos, -el de ella de Milán, aunque no prestó atención a aquel detalle-, cuando él se ofreció a recogerla a cambio de que ella viera entre tanto un corto, cerraron el trato y mientras ella se acomodaba en el sofá para conocer al señor papel él se adentraba en la cocina cargado de platos usados.
Los aviones de papel se estrellaban contra el suelo sin lograr planear a buen destino mientras él desesperaba encerrado en una oficina que lo ahogaba, en una vida de ideas muertas y emociones vacías mientras el sol brillaba fuera, lejos de aquella oficina que lo ahogaba…
Ella estaba inmersa en aquel delicioso corto y se quedó enganchada a él hasta los créditos saboreando chocolates, momento en el que un avión de papel aterrizó en su regazo… era la impresión de un billete de avión. Destino Milán.
Te lo debía…– dijo el hombre de papel desde la puerta del salón –Italia sólo para ti y para mi-. Ella se colgó de cuello para celebrar, como era menester, el día del beso.
Pasearon la Italia más moderna y viva, la de Milán, su ser ciudad y su semana del diseño; se miraron en Florencia, su arte y su historia, y se besaron en Venecia, paseando sus canales, sus góndolas y sus leyendas… Llegaron a Roma. Y en Roma fue él el sorprendido y ella quien reía feliz de su ocurrencia porque Roma la vivieron, casco en ristre y en cabeza, como la viven los romanos, como locos y en scooter.
–Los sueños… son de papel– dijo ella su última noche en Roma al aroma de las flores –lo son– estuvo él de acuerdo –pero lo importante de eso no es el papel, sino el ser…–
Felices sueños, al amanecer como al anochecer, felices sueños.
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Si quieres ver el corto que ilustra este tale al completo, aquí puedes encontrarlo: Paperman