Sol.

El sol tenía un cálido y luminoso efecto sobre su mundo conocido, al calor de su brillo el mundo parecía más vivo y todas las cosas de la vida parecían ocupar su lugar de forma natural.

La vida no cambiaba de un día al siguiente, en realidad era la misma un día y al siguiente porque tendía a ser, siempre y para todos, pasto de la rutina; eso no era en esencia malo, no estaba mal que la vida tendiese a estarse quieta y dejase a cada uno la libertad de dar más o menos aire a su existencia, claro que luego estaban los momentos estelares, que eran aquellos en los que un hecho ajeno daba la vuelta a toda esa rutina transformándola en una vida distinta…

Pero eran sólo momentos, instantes… la mayor parte de los días se parecían tanto al que los había precedido como al que había de llegar tras ellos y por tanto no era cosa de la vida que se hubiese despertado con una sonrisa en los labios ni tampoco que viera menos rostros agrios por la calle. Será el tiempo‘ decían los más viejos del lugar cuando los rostros se tornaban cansados y torvos, cuando los tonos eran feos y las palabras gruesas y a ella se le ocurrió que tal vez también fuese el tiempo el que arrancara sonrisas a esas mismas caras de expresión cansada.

En realidad no lo dudaba, era el sol. El sol tenía ese efecto iluminador que iba más allá de sus rayos, sentía su calidez como un abrazo que la liberaba de la dictadura de los tejidos y le permitía regalarse telas suaves y vaporosas que acariciaban su piel tanto como el mismo sol; pero su luz iba más allá de su piel, le permitía ver el mundo, su mundo, con mayor claridad y lograba que, sin apenas darse cuenta, lo que hasta el día anterior no tenía sentido lo obtenía una vez visto con la nueva luz del sol… Los efectos de todo aquello que alteraba su vida y sus sentidos parecían diluirse una una vez que cada pieza de sus miedos y sus dudas ocupaban su lugar que era sólo un rincón pequeño en el que apuntaba las cosas a tener en cuenta para evitar, como decían los abuelos, ‘males mayores‘.

Era el sol… y era ella, era ella quien sonreía al tiempo bueno y se plantaba con los dos pies en el suelo sabiendo que nadie podría apagarle el sol; porque el sol no se apaga ni se enciende, sólo se esconde o se aleja a ratos, a días o incluso a estaciones pero está siempre ahí dispuesto a dar calidez a la vida, a iluminarla y recordarle que la vida no es nunca como es sino que es siempre como la vives y la sientes, es mucho más lo que haces que lo que te ocurre.



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La versión más personal de todos nosotros, los que hacemos Loff.it. Hallazgos que nos gustan, nos inquietan, nos llenan, nos tocan y que queremos comentar contigo. Te los contamos de una forma distinta, próxima, como si estuviéramos sentados a una mesa tomando un café contigo.

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