Rojo.

El rojo es el color de la pasión y la vida, el de las ganas, los sueños y también el de los recuerdos...

Mientras saboreaba con placer su dulce de fresa, recorrió a golpe de vista el caótico salón, víctima de su hacer y rehacer de maletas, para darse cuenta de que su gusto por el color rojo estaba tomando tintes de absoluto dominio tanto en sus espacios como en sus ropas.

Claro que no era ésto algo digno de preocupación alguna y tenía además mucho sentido: el rojo era un color apasionado y ese era también su modo de sentir y vivir, por lo que el rojo en ella no hacía más que armonizar su sentir.

Además, el rojo era un tono muy de cuento, de manzana de Blancanieves, de pintarse la cara y los labios y de vestir los secretos; era el color de su cóctel favorito, de su plato y de su modo de medir el tiempo; era el tejido del sofá y también la bicicleta y el coche de sus sueños.

Recordó entonces como había quien consideraba al rojo un color descarado y respondón, contestatario, deslenguado, provocador y poco elegante… eso, también el color del amor y los enamorados e incluso el del poder. Claro que ante tanto despropósito ella sólo sonreía porque sabía de lo absurdo de aquellas asociaciones generalmente aceptadas.

El rojo era en realidad el color de la vida, vida como la que fluye por las venas en ese tono, vida como la que te hace levantarte cada día y enfrentar un mundo que, por más que se pinte en multicolor, tiene a veces mala cara y peor intención, vida como la que sueñas, la que quieres, la que construyes y la que vives cada día. Una vida de pasión por hacer y por sentir, por soñar y llevar a la realidad los sueños o, al menos, por disfrutarlos mientras no son más que una dulce entelequia.

Ante el devenir de sus pensamientos, no se le ocurrió más que asegurarse de meter en su maleta todo el rojo que encontró por su armario, incluso el de las suelas de aquel famoso zapatero francés…  Y es que la vida en rosa era dulzona en exceso, ella era más del magenta que, mezclado con el luminoso y solar amarillo, se transformaba en un rojo fuego que lograba encencerle las mejillas y elevarle el ánimo.



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