Negocio.

Érase una vez un cuento de gentes que tenían un negocio... y gentes que decían 'yo negocio'.

Se despertó de madrugada y constató que el verano había reservado para sus últimos días los más ardientes; no lograba conciliar de nuevo el sueño, la ventana permanecía abierta pero lo mismo hubiese dado que no lo estuviera porque no corría la más leve brisa; optó por levantarse, se preparó un helado y se acomodó en el sofá dispuesta a leer los diarios del domingo… era una de las ventajas de los diarios online, estaban siempre ahí, actualizados al minuto, con las últimas noticias.

Saltó de los unos a los otros y no se vio sorprendida por ninguno de ellos, cada uno fiel a su línea editorial, contaba las historias del día bajo su propio prisma; profundizó un poco más y se dejó llevar por algunas columnas de opinión, algún que otro editorial… y de nuevo a la cocina, a prepararse otro té helado porque había encontrado la palabra clave del día…

Negocio.

Visitó el diccionario de la RAE y tomó las acepciones 3 y 4 de la palabra en cuestión: (3) aquello que es objeto o materia de una ocupación lucratriva o de interés (4) acción y efecto de negociar. Apuntó en su libreta ambas accepciones y sonrió para sí…

Las palabras eran a veces caprichosas, al menos algunas lo eran y negocio, no le cabía duda, era una de ellas; el negocio era a veces sustantivo y entonces se convertía en el oscuro objeto de deseo, en un ente coqueto y atractivo que prometía un alto rendimiento para quien se dejase llevar por esa atracción… claro que este interesante vocablo también podía vestirse de verbo y entonces era proactivo y enérgico, era cauto y sutil aunque también firme en sus propósitos… y es que un negocio es un negocio -y de ser así tendría que ser lucrativo o no ser- y un negocio es negociar, es ‘yo negocio, luego soy.

Volvió a revisar las portadas de los periódicos, todas, y concluyó que el parlamento, como el mundo, estaba llen0 de gentes dedicadas a su negocio, unas a su negocio sustantivo y otras a su verbo negocio… aquella noche se diluyeron para ella las izquierdas y derechas en su té helado y el mundo comenzó a desdibujarse en el espinoso asunto del negocio de negociar.

El sol comenzó a colarse a través de la ventana y decidió salir a caminar dejándose acariciar por la suave brisa que traía el amanecer, compraría el pan recién hecho pero aquel domingo no se llevaría a casa los periódicos del día… adoraba el papel pero ya conocía las noticias. Negocios, sólo negocios. Y sólo de unos pocos.



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