Manos.
Porque el corazón late a través de las manos...
Extendió con cierta parsimonia el generoso montículo de crema de manos que había colocado sobre sus nudillos, se masajeó las manos con las manos hasta que éstas quedaron suaves e hidratadas, listas para la vida… recordó entonces la frase que había oído tantas y tantas veces ‘mano de hierro en guante de seda‘…
No había guante porque no se escondía jamás pero sí la suavidad de la seda arrancada a su propia piel con el cuidado de sus manos, tampoco había hierro porque su dureza no era tal, era la fuerza de la pasión que sentía la que escapaba de sí misma a través de sus manos… un nuevo recuerdo, otra lección de vida ‘lo que sale de tus manos es lo que hace latir tu corazón‘.
Se miró las manos buscando en ellas las huellas de todo lo que habían hecho a lo largo de los años que contaba, que no eran pocos, y sonrío al sentir tovía la fuerza íntima que las movía, no escaparon tampoco a sus ojos pequeñas muescas, heridas de guerra y vida que, probablemente, correspondían también a cicatrices en el alma.
El cuidado de sus manos, que incluía colorearse las uñas, era un hábito heredado y aprendido, formaba parte del gran compendio de cosas que un día hizo propias sin saber muy bien por qué pero, con el paso de los años, había ido comprendiendo; las manos son lo primero que das al desconocido en el momento en que deja de serlo, son las que llevan el amor hecho caricia a la piel ajena, son las que construyen, las que dan forma y vida a lo que haces, las que dibujan las letras en un folio y las que golpean las teclas para escribir la versión moderna de una carta; con las manos haces magia…
Recordó aquel lejano día, cuando no levantaba más que unos palmos del suelo, en el que vio a un mimo hacer magia con sus manos, sacar de ellas flores y con ellas conejos de su chistera; recordó la inmensa sorpresa que supuso aquel espectáculo para su mente pequeña y la enorme admiración que le arrancó el mimo, a veces pensaba incluso que fuera su primer amor… Y recordó también la sencillez del mensaje que recibió camino a casa todavía embargada por la emoción de una magia que para ella era tan real como la vida misma: el mimo hace magia con sus manos porque siente magia en su corazón.
Las manos acarician y aplauden, bailan en el aire y son grandes gourmets, modelan y pintan, curan heridas y son el roto que hay siempre para un descosido, las manos se expresan, juegan con sus sombras y dicen más en su fuerza cuando aprietan que mil palabras o una imagen; una mano tendida es vida y, en su peor versión de sí mismas, se cierran en puño y golpean.
Se miró de nuevo las manos sintiendo más si cabe su importancia porque ellas hacen lo que tú eres… Y decidió regalarse una tarde de playa en la que no haría más que castillos en la arena; castillos que, estaba segura, engulliría el mar en sus mareas vivas pero no le importaba porque siempre le quedarían sus manos para hacer otros nuevos, mientras quedase seda y hierro en sus manos, amor y pasión en su alma, quedarían sueños, quedaría vida… una vida en la que sonaría siempre Caetano Veloso de fondo.