Magia.

La magia tiende a ser siempre la respuesta cuando no entendemos... pero creemos.

La Navidad tendía a cargarle el alma de pereza, no recordaba en qué momento la ilusión de las luces de colores, el árbol decorado o el belén montado pieza a pieza con musgo del jardín, había dejado de despertar en ella la ilusión de antaño pero lo cierto era que, llegado el clásico puente de diciembre e inaugurada oficialmente la temporada navideña, sólo podía pensar en huir hacia delante, aunque eso supusiera hacerlo hacia ninguna parte.

Se abrigó como sólo lo hacen quienes saben que el frío proviene más del alma que del aire y el ambiente y se atrevió con las calles de la ciudad en diciembre, era su particular prueba de fuego o, cuando menos, la de su paciencia.

La ciudad latía en actividad frenética con gentes que corrían de acá para allá buscando un regalo, una broma, un juego, un detalle especial e inolvidable, un gesto, una sonrisa… y un beso dulce e intenso; eran los que sacaban de su imaginaria chistera uno y mil enigmas sin resolver con los que ocupaban las horas y los días sin dejar un minuto de su tiempo a su libre albedrío.

Veía a los niños correr como siempre, a los abuelos acomodados en los bancos con más o menos alegría también como siempre… pero todo parecía diferente porque lo miraba bajo el prisma de la perezosa Navidad.

Y entonces una pregunta lanzada con voz infantil llegó a sus oídos –¿la magia existe, abuelo?-. Giró sobre sus talones de modo terriblemente indiscreto sintiendo una intensa curiosidad por conocer la respuesta del abuelo a tan delicada cuestión. –¡Pues claro que existe!– exclamó el abuelo arrancándole a ella una sonrisa.

La magia existe, claro que sí, ¿cómo es posible sino que mamá pueda, en un sólo día, ir a su trabajo, a tu cole, a la guardería de tu hermana y al pediatra, a comprar la cena, preparar un pastel para la merienda, ayudarte con los deberes, inventarse un cuento para ti y para tu hermana y, después de todo, sonreír?- el pequeño se quedó pensativo sólo un segundo para acabar por levantar los brazos y exclamar ligeramente emocionado -¡es que mamá es mágica! … ¡y papá también! porque arregló mi coche de construcción y el libro que canta de mi hermana…-

¡Y Papá Noel es la monda de mágico! añadió dando por resueltas sus dudas acerca de la magia en la vida…

Ella continuó su camino pensando en tanto como la magia supone para el ser humano, su existencia o no es un asunto que no pasaba de ser anecdótico en cambio su emoción, su percepción y la ilusión que despertaba era parte irrenunciable de la esencia de la vida. Pensó entonces que quizá, tal vez, cupiese la posibilidad de que ella misma volviera a creer en la Navidad… todo parecía depender de si la pereza que sentía al pensar en estrellas, bolas, espumillón, purpurina, renos… se disipaba o no a base de magia.



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