Libre.

Y entonces un pajarillo pequeño y revoltoso le explicó a un hombre por qué la libertad era, tantas veces, mentira...

El pequeño pajarillo miraba el mundo a través de los barrotes de su jaula y soñaba con volar más allá de ellos. Sentía curiosidad por sentir el aire en sus alas y cada día ponía más empeño en picar la mano del hombre de gestos pausados que le ponía su comida cada día, trataba de colarse a través del pequeño hueco que dejaba la mano entre la puerta de la jaula y sus barrotes pero no lo conseguía.

El hombre miraba al pajarillo con curiosidad, no es que hubiera sido nunca cariñoso pero se daba cuenta de que cada día se mostraba más agresivo con él, tanto como le permitía su pequeño pico que no era mucho, pero lo suficiente para resultar molesto e incluso irritante. Al principio se negaba a admitir que un pajarillo, que siempre había vivido enjaulado, tuviese ansias de libertad pero, pasados los días y tras una detenida observación de la vida en la jaula, había llegado a la conclusión de que el pajarillo quería volar.

¿Es posible?– le preguntó a través de los barrotes –¿es posible que hayas descubierto la libertad? ¿que quieras ser libre? ¿o es sólo curiosidad?– el pajarillo merodeaba por su jaula sin entender una palabra, sólo esperando que se abriera la puerta de la jaula para intentar, un día más, huir. -¿Qué sabes tú de la libertad, pequeño?- el hombre continuaba hablando al pequeño pajarillo como si éste pudiera entenderle –no sabes mucho, no… seguro que no sabes que en libertad no hay comederos con alpiste ni agua todo el día, no hay cuidados, no hay cuidado…-.

Cuando aquella tarde el pajarillo intentó una vez más huir el hombre sacó la mano de la jaula dejando la puerta abierta… y el pajarillo voló en una falsa libertad; el hombre se había ocupado de que la puerta del salón estuviese cerrada y también todas las ventanas, amplió así enormemente la jaula del pajarillo pero para él aquello era el mundo, volar fuera de su jaula era hacerlo en libertad, no podía ni tan siquiera imaginar que hubiera algo más.

El pajarillo no podía creerlo, salió planeando de la jaula como alma que lleva el diablo y comenzó a revolotear por todo el salón posándose un rato en la lámpara, otro en el sofá, uno más sobre la televisión e incluso en el árbol de Navidad; el hombre se acomodó en el sillón con un libro entre sus manos dispuesto a descubrir qué buscaba el pajarillo.

Ocurrió lo que él imaginaba… tras un rato de ‘libertad‘, el pajarillo voló a su jaula en busca de refugio y comida… Cerró la puerta. Y repitió la operación al día siguiente. Siempre era igual, el pajarillo salía pero siempre volvía, como si la libertad no fuese para tanto… –quizá sólo quieres estirar tus alas, verdad?– fue lo último que le preguntó el hombre y, desde entonces, lo deja salir de su jaula un día a la semana.

+

Ser libre, pensó el hombre, no es sólo volar más allá de unos barrotes, ser libre es bello y es útil o no es y, para que sea bello y sea útil, tiene que ser independiente y autónomo; cualquier otro sentido de libertad es pura utopía o es mentira. Tal vez fuera por eso que tantas gentes, como el pajarillo, renunciaban a su libertad por un puñado de dólares…

 



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