La vie en rouge.
No hay modo de dar nuevos pasos adelante si se cargan mochilas de otros tiempos...
La noche había sido larga e inquieta, la había pasado en duermevela entre sueños extraños que apenas recordaba más allá de las sensaciones que le habían dejado; tampoco recordaba haberle oído salir pero sus maletas no estaban junto a la puerta y ella… ella necesitaba un café.
Todo seguía igual, nada había cambiado, ni tan siquiera el tiempo; su ropa estaba en el armario -salvo la que cabía en un par de maletas- los folletos de la moto, que sabía aparcada en la calle, sobre la mesa de la cocina, junto a la cámara de fotos y el ticket del restaurante en el que cenaran en Barcelona días atrás abandonado junto a ella, las gafas de sol olvidadas en el vestíbulo… el mundo parecía seguir girando como siempre -y así debía ser- mientras ella había perdido el paso, el día se iba tiñendo de un rojo cada vez más intenso y sus emociones despertaban vestidas de rabia y ofensa…
Y entonces, no supo si fue aquel largo trago de café o el aire fresco que se colaba por la ventana, el caso es que decidió plantarse. Se vistió para la carrera de la vida y salió a entrenar para ganarla.
Sentía cada músculo de su cuerpo, la incosciencia de cada zancada y el sudor que rompía poros para ver piel, sabía que en aquel esfuerzo la tensión se ahogaba hasta morir dejándola a ella también exhausta pero en forma y con la mente clara para tomar la vida por los cuernos y afrontarla, para mirarla a la cara y retarla, para aceptar aquello que llegaba sin remedio -le gustase o no- y hacer de lo demás lo que soñara…
No iba a ser fácil, probablemente tampoco sería como imaginaba pero ahí estaba la magia del asunto, en moverse hacia un destino que quizá fuera o no definitivo, que tal vez nunca ocurriera, porque si no fuera ese sería otro hacia el que de modo consciente o inconsciente la encaminarían sus pasos en ese moverse y provocar…
Llevaría el rojo del día y la emoción al vestir por dentro y por fuera, a una comida larga y densa y luego desaparecería un tiempo para evadirse y rearmarse…
Pero sería el suyo un descanso cercano y breve porque no iba a quedarse esperando a que las cosas ocurrieran, a que nadie las hiciera ocurrir, ni tan si quiera él, de hecho, él menos que nadie… la idea de haber vuelto a dejar su destino en sus manos, de haber tropezado de nuevo en la misma piedra por no sabía ya qué vez, cruzó de nuevo por su mente y sintió una nueva oleada de aquella tensión que estaba ahogando…
Aceleró el paso en la carrera sabiendo que no hay modo de dar nuevos pasos adelante si se cargan mochilas de otros tiempos…