Inquietudes.
Seguía allí pero su mirada se había vaciado de ella para llenarse de otra vida... Lo sentía vagar entre sus recuerdos y sus sueños. "Ellas: africanas" era el título de la exposición...
Entraron juntos en la galería pero, aún bien no se habían acercado a las primeras imágenes, él se perdió… Seguía allí pero su mirada se había vaciado de ella para llenarse de otra vida… Lo sentía vagar entre sus recuerdos y sus sueños. «Ellas: africanas« era el título de la exposición…
Caminó junto a él, al paso que él marcaba, parándose frente a cada imagen, intentando verlas a través de sus ojos y su sentir, buscando ese punto y momento en el que lo que ves te transporta a otro tiempo y lugar para encontrarlo a él allí… y traerlo de vuelta. Pero no podía abstraerse del todo, no podía colarse en cada imagen como si entendiese el suajili de sus textos, las costumbres de sus mujeres, el saber de otras culturas; adoraba África, pero no sentía su alma africana, no al menos, como sentía la de él. Se rindió…
Apartó sus ojos de aquellas imágenes en las que él se acomodaba sintiéndolas vetadas a su alma… Miró a su alrededor buscando paz para sus ojos, pero el tiempo y el espacio parecían haberse conjurado contra ella… Dos mujeres recorrían la galería entrelazando sus manos, la que aparentaba más edad calzaba unos zapatos, a juego con el bolso, en arenas y tostados mientras su compañera, notablemente más joven, combinaba en blanco y negro… escenificaban un Serengheti perfecto, una sabana yerma y seca de la que se aleja la piel rayada bajo la que late un corazón sediento de vida… Pero no eran sólo ellas, aquel hombre de manos tatuadas que parecían contener toda la superstición africana, aquella adolescente con las sandalias trenzadas o la mujer de las uñas moradas que la devolvía al hechicero…
Dio un paso atrás como queriendo huir de aquel mundo en el que él fluía libre pero que a ella la envolvía por fuera ahogándola por dentro… Sintió el abrazo fuerte, seguro, impuesto e indiscutible de una mano en la suya, él ni tan siquiera la había mirado… Se quedó allí, sujeta a su mano, sujeta a él, sin saber si quería arrastrarla a su mundo o tan sólo asegurarse de no ser él quien era arrastrado a otro mundo y otros tiempos…
Ya en la calle, tras una hora que le pareció una vida, miró hacia él y vio que sus ojos la buscaban, seguía allí o había vuelto si es que alguna vez se había ido… Acarició su rostro y buscó sus labios para callar los propios, para cerrar sus ojos y dejar atrás, sin una palabra, su ahogo y su inquietud.
Tras un rato caminando junto a él, sintiéndose a salvo en su abrazo, comentó… – si hay otra vida, si pudieses elegir, nacerías africano – No – respondió él para su sorpresa – Miami, junio de 1937… una botella de ron y una maleta con Madrid pintado, para no olvidar donde termina el viaje – ella lo miró inquisitiva – la vuelta al mundo, con Amelia – aclaró él – desapareció en ese viaje… – le recordó ella sorprendida de que su deseo fuese perderse para siempre a bordo de un pequeño avión, aunque fuese en compañía de la Earhart – eso, querida, ocurrió porque yo no era su copiloto… además ¿no te ves en el papel de Amelia?
No – no iba a ponérselo tan fácil – quizá París… años 30 – tiempo y lugar de mujeres hermosas – la interrumpió él – te ilustraría Sáez de Tejada vestida de Chanel, junto al Senna… – eh! – fingió enfadarse… – es mi reencarnación, elegiré yo – él comprometió su silencio en media sonrisa. – Los 50… 1955 – miró al cielo mostrando así su desesperación por el prometido silencio al tiempo que pensaba en el estreno de Marilyn de aquel año… La tentación vive arriba; ella reía, sabiendo bien lo que rondaba por la cabeza de él en aquel momento y comenzó a tararear un especial happy birthday… – Eso merece una copa – rió él rompiendo su voto de silencio – invito yo en pago a mi intromisión en tus sueños… – Invito yo – dijo ella sin dejar apenas margen a la discusión – por tu intromisión en mi vida…
Life Looks Good