Inconsciencia.

Cerrar los ojos y ausentarse, no saber, no percibir... sólo sentir.

No supo cómo, ni tan siquiera se dio cuenta de lo que sucedía, su mente tomaba el mando de su cuerpo a pesar de si misma y se dormía

La sensacionalidad de la vida era algo que sentía como incuestionable desde siempre, quizá porque sentir había marcado más sus pasos que pensar; la sensaciones que seguían a la percepción de un aroma o al gusto de un bocado dulce y amargo; la sensación de tocar algo suave y cálido, la de un sonido, una imagen o mil… todo llegaba al alma a través de los sentidos, todo era sentir, la vida era sensacional.

Las sensaciones eran siempre múltiples y complejas, se enredaban entre ellas, las presentes, las pasadas e incluso las nunca sentidas, creaban lazos y marcaban caminos que ella seguía sin más guía que el sentir, su intuición que no era más que una sensación.

La sensación de que todo va bien, de que algo va mal, de cosas que no encajan y otras que se explican, de verdades que se rompen, mentiras que diluyen, certezas que nunca fueron y otras que, tal vez, vendrán; la vida era un fluir continuo de sensaciones que no se detenía jamás, ni tan si quiera cuando dormía…

Y, al abrir los ojos, la primera certeza de la noche, la de haber tenido un sueño cuando menos inquieto, cabe que también inquietante pero no podía recordarlo, tampoco quería… era sólo un sueño, uno de tantos, algunos debajan sensaciones, otros incluso recuerdos, la mayor parte de ellos nada… pero no iba a detenerse a mirar demasiado a los sueños porque, de hacerlo, acabaría por convertirse en una sombra de sí misma, en el personaje de un sueño perdido.

Su teléfono se iluminó discretamente y en silencio continuando su baile de sensaciones, era él ¿cómo pudo saber de su inquietud? no era posible, era sensacional… los mensajes volaban y él, como siempre ocurría, tenía la clave de la respuesta… –recuerda a Fromm– le dijo –decía que lo extraño era que ignorásemos todo lo que ocurría en nuestra cabeza mientras dormimos, que viviésemos como si no estuviese allí, como si no pasara nada en nuestra mente al dormir, al zambullirnos en la más absoluta inconsciencia– ella sonrió –ah sí?– escribió en su mensaje de vuelta –son entonces los demás los raros, no?

Nooooo!– exclamó él desde el otro lado del mundo con tantas oes y tantas exclamaciones que casi podía oirlo –lamento ser yo quien te diga esto, querida mía, pero si fueses normal no estaríamos hablando a tus 4 y mis 12…– muecas, risas, gestos… desplegaron toda la creatividad comunicativa de un mimo, sin palabras, creando un nuevo lenguaje jeroglífico que sólo ellos entendían. -Eres sensacional- se despidió él… y ella cerró los ojos dejándose abrazar de nuevo por la almohada, sintiéndose sensacional como la vida y sientiendo el profundo e irrefrenable deseo de mimetizarse con ella y que todo fluyera en paz, sin sombresaltos, con sueño y sin sueños…



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La versión más personal de todos nosotros, los que hacemos Loff.it. Hallazgos que nos gustan, nos inquietan, nos llenan, nos tocan y que queremos comentar contigo. Te los contamos de una forma distinta, próxima, como si estuviéramos sentados a una mesa tomando un café contigo.

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