Espanto.

Érase una vez la historia de unos días de espanto y miedo en los que el terror campaba por sus respetos.

Hacía frío. Por primera vez en meses hacía frío. Sólo eso era razón de más para sentir miedo, terror, pavor y espanto porque era señal inequívoca de lo que estaba por venir: un tiempo oscuro y temible, días grises, cielos atronadores, rayos, relámpagos y centellas, lluvia, granizo, nieve, viento… era el infierno en la tierra, la estación a la que todos llamaban invierno. Y entonces volvía a Poe, porque nadie como él había logrado poner letras al miedo en relatos que atraían a tantos lectores como los aterraban después.

Viendo como la brisa que se colaba por la ventana entreabierta era fría y como el cielo comenzaba a encapotarse, decidió abrigarse para bajar a por sus periódicos del domingo. Apenas había salido del portal cuando vio una gota gorda de agua caer al suelo y a un gato negro correr hacia el callejón, no era supersticiosa, pero había leído a Poe* así que aceleró el paso hasta el kiosko, se hizo con la prensa del día y volvió a casa apurando el paso porque si había un lugar en el que el infierno en la tierra se sentía menos era ese, su apartamento lleno de libros y café caliente.

Se cambió y, una vez acomodada dentro de su loungewear de otoño, se preparó una gran taza de café caliente, entró en el salón y vio tirados sobre el sofá el par de periódicos del domingo que había comprado y un par de relatos de Poe, después de ver los titulares del periódico no supo decidir qué provocaba más miedo, terror y espanto, si la realidad o la literatura. En realidad no tenía dudas al respecto pero prefería pensar que sí porque eso le hacía soñar que todavía había esperanza para el ser humano.

¿Qué faltaba para hacer de aquella esperanza algo más que un sueño? para hacer que fuera algo más real… Faltaba grandeza, pensó, un líder grande en generosidad e inteligencia, un Gandhi o un Luther King, una persona que enarbolara la bandera de la libertad de todos y del respeto a todos…

Entonces, perdida entre sus pensamientos, los titulares de los periódicos volvieron a repicar en su cabeza hasta que los visualizó perfectamente escritos en el aire con tipografía de prensa de domingo; sintió un escalofrío de espanto recorriendo su espalda, era una sensación horrible y espantosa que la hizo levantarse y acercarse a la ventana para ver caer las  primeras gotas de lluvia de la temporada mientras apuraba su café. Tal vez faltaba el líder que soñaba, a lo peor había alguno enarbolando trapos sucios en lugar de banderas de libertad ante el aplauso de las gentes y aun así cabía todavía la esperanza pero… ¿y si lo que faltaba era la inteligencia y el criterio para separar el grano de la paja, la verdad de la mentira, la justicia de la injusticia? ¿y si habíamos llegado al punto en el que la falta de lecturas nos había llevado a la falta de criterio y convertido en una sociedad maleable, manejable y alterable al gusto del líder o antilíder de turno? Los de Poe le parecieron entonces meros cuentos infantiles…

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*Uno de los terribles relatos cortos de Poe, uno de los más conocidos, es ‘The Black Cat’ (El Gato Negro).



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