Érase una vez una semana…

...en la que cada día había algo que celebrar.

Se sirvió un café caliente y largo, encendió la pequeña lámpara cuya luz iluminaba espacios e ideas y se dispuso a dejar fluir las letras.

Cuéntame tu semana, cada semana…– esa había sido una de las peticiones incluidas en una lista muy breve a la que había respondido con noes varios y recibido por respuesta a la propia un rostro críptico y callado, una expresión impermeable que ocultaba el verdadero sentir que dejaban sus noes tras de sí.

Pero le contaría sus semanas aun sabiendo que aquellas letras acabarían por convertirse en un ejercicio de introspección porque ¿quién tiene aventuras que contar cada semana? las vidas tienden a la rutina y la rutina hoy se amolda a los ritmos de vida rápidos que no permiten profundizar ni sentir, apenas vivir.

La semana, querido, no empezó a tomar forma hasta que el día 15 nació Foucault para recordarnos algo esencial, básico, fundamental… algo como que el principal interés en la vida y el trabajo es llegar a ser alguien más de lo que eras al principio, a veces lo olvidamos y pensamos que es la búsqueda de un Santo Grial inexistente lo que hemos de afrontar y no, es sólo el hacer y ser un poco más y mejor cada día.

Y así, con el regusto de Foucault y su buen tino y mejor pensar amaneció un nuevo día con una nueva e incuestionable efemérides; el día 16 llegó Wilde y me refugié en el rincón que sabes tiene reservado en la estantería… y es que Wilde -escritor de una novela- tenía la gracia del sarcasmo y debilidad por los cuentos, era tipo de una emoción y medio trago porque supo un buen día que la vida no puede escribirse, sólo vivirse.

No temas, no fue toda la semana tan densa, literaria ni de tan profunda reflexión, ha habido también lugar al cine y a la música; cine clásico, eso sí, porque ¿sabías que la Hayworth nació un 17 de octubre? he vuelto a ver Gilda e incluso he practicado el asunto de quitarse un guante, juego este un poco absurdo estando sola, claro ¿recuerdas lo que decía ella? si fuera un rancho me llamarían tierra de nadie… Un poco así, supongo.

Desde el 18 suena Chuck en casa todas las tardes, sí, lo he tomado prestado de entre los CDs que te dejaste y así recuerdo, cada día de cada tarde, que es increíble lo mucho que se puede aprender si tus intenciones son realmente serias. Todo es posible si uno se empeña ¿verdad? sé que dirás que sí porque eres tú de empeños y desempeños…

Anoche pasé la velada con Cela -celebraba el aniversario de su Nobel- y sabes que él, aunque es con la pluma de un realismo a veces descarnado, es siempre una compañía interesante cuando sentencia y más si pone el punto y final a la conversación defendiendo el uso del castellano hasta en sus palabras mal sonantes… qué te voy a contar cuando presume de su bilinguismo… un carallo a tiempo es una victoria, decía.

Así ha ido, más o menos, la semana… dirás que no he visto a gente interesante en estos días…

Añadió el mail del destinatario y un beso en la firma mientras bebía el último sorbo del café ya frío y empezaba a sonreir para acabar riendo, risas que sabía se dibujarían también en su rostro al leerla…



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