Cuento: Elige destino y vive…

El verano es el momento de elegir un destino para vivirlo... para sentirlo en la piel y en el alma.

Las risas y los gritos de los niños le arrancaban sonrisas, los oía saltar en a la piscina ‘¡bomba vaaa!‘, chapuzar como locos  e intentar nadar tan rápido como corrían fuera del agua; no le cabía duda alguna, la vida para ellos era un cuento feliz que tenía su noche en el invierno y que en verano deslumbraba luminosa y refrescante como el mismo sol.

La vida en realidad era un poco así, sólo que si de niños con los cuentos bastaba, de adultos la vida exigía más registros y tocaba vivir etapas de todo tipo, desde momentos teatrales a otros cómicos, también dramáticos… historias de novela rosa y otras de serie B, culebrones en toda regla e imperdibles películas de aventuras o incluso de fantasía y ciencia-ficción.

Lo que no cambiaba era el verano… siempre cálido, vivo, azul, lleno de optimismo y de luz, de ocio, de risa… y de esa intensa sensación pícara y divertida que la llevaba siempre a pensar… ¿por qué no? y es que el verano era tiempo de sueños y de posibles porque soñar no tiene límites y llevar los sueños al suelo, a la realidad de la vida, es a menudo más posible de lo que pensamos, es tan solo una cuestión de sumar esfuerzo y confianza, en definitiva, de trabajar por aquello que se desea con todo, y antes que con nada más, con pasión.

Claro que luego estaban los sueños que tenían algo de imposible, más que nada porque no iba ella a dedicar el esfuerzo necesario para hacerlos ciertos, sería un esfuerzo ímprobo cuyo resultado, aun en el mejor de los casos, no sería más que breve y efímero, eso sí, del placer de soñarlos no pensaba privarse.

Y por eso cogió su inseparable ipad y se fue directa a loff.it y a viajar recorriendo en una tarde los rincones del mundo que, de haber dado con la combinación ganadora del euromillón, hubiera recorrido en un verano:

Comenzaría por el Mediterráneo, porque las costas que bañaba la seducían sobremanera, las calas menorquinas, el aroma cítrico de Capri… y el blanco y azul de Mikonos; hacia Grecia se dirigía precisamente, porque la locura del momento no restaba un ápice de su belleza natural y arquitectónica al país y, además, sabía de un lugar que unaba ambas, era la torre Tainaron Blue Retreat; tenía claro que tras el Mediterráneo vendría Bali pero, antes de cruzar el mundo, quería visitar la Provenza francesa, porque sus azules y su naturaleza verde y frondosa no lejos del corazón del mundo perfumístico de Grasse era tan tentador como el azul Mikonos. Buscando destinos de verano lo que tenía claro es que iba a dejar escapar el Caribe, lo que no tenía claro es si irse al resort más bello o la isla privada de Richard Bradson; en Dubai en cambio lo tenía claro, se iría a su beach club más exclusivo… Y es que ya puestos a soñar, quedarse corto sería cosa absurda…

Por supuesto elegiría también los biquinis más bellos para pisar playa, las prendas más sugerentes del verano para visitar los restaurantes más tentadores y… buscaría incluso el barco o el yate más bello para darse una vuelta, degustaría los cócteles más refrescantes y no se perdería ni una sóla de las propuestas de temporada de los teatros y cines más elegantes… Y en estas estaba cuando sintió gotitas de agua sobre su piel y vio a una banda de peques rodeando su tumbona, pelota en mano, proponiendo un partidillo de waterpolo.

Sonrió feliz y pensó que soñar es bueno, más si nos permite evadirnos y relajar las tensiones de la vida pero a veces, siempre en realidad, la vida escondía muchos más placeres que los sueños porque incluso los pequeños juegos podían resultar deliciosos…



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