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El ensueño.

Por más que nadie sepa como ha sido, la primavera ha llegado y con ella el tiempo de apagar la razón, encender el corazón... y ver de nuevo Casablanca.

El ensueño ha llegado, pensó al mirarse en el espejo aquella mañana sabiendo que aquella sonrisa boba, aquel duermevela constante de ideas al aire y encanto insoportable pasaría, porque la primavera era así, lo mismo lucía el sol que caía la inclemencia del cielo en agua como si no fuese a cesar la lluvia por nunca jamás, y así, tras el ensueño, vendría la inquietud.

Una inquietud desbordada a la que seguiría la astenia que no la abandonaría ya hasta pisar la playa y sentir el mar en la piel… pero navegaba todavía en los primeros estadios de la nueva estación, el ensueño, y en el ensueño, era feliz.

Porque el ensueño pone tras cada quiero un por qué no, revuelve y remueve la realidad hasta sentirla como una caricia dulce sobre la piel, rebusca entre los sueños para traerlos del recuerdo a la vida y dibuja siempre una sonrisa en tus ojos – escribió en su libreta, porque otro de los efectos del ensueño era el escribir continuo, la verborrea incontenible que salía de sus dedos hacia sus libretas, ya virtuales, porque algún pequeño complejo huido de la adolescencia para ser su fiel compañero de por vida, se vestía de absurda vergüenza e impedía que aquellas palabras abandonaran sus labios.

Aun con la pausa del ensueño y la cabeza al vuelo, no tardó en arreglarse y tirarse a las calles porque, si la primavera había llegado, era el momento de llenar la vida de flores, pasteles y dulces de limón con brillantes destellos de color. Y nada de esto faltaba en la calle, el parque y las tiendas…

Encontró flores para vestir su alma y su interior visto, tules y pasteles para sus zapatos y vestidos de princesa bella para sus noches;  la seducción vintage de Saint Tropez y rosas blancas para los aromas, rosadas para dormirse y agua y sal para la vida… un collage de emociones y colores desde el moderno Berlín a la especiada y densa Casablanca para lucir deslumbrante en primavera.

Recibió entonces una invitación a un té de noche que sonaba a secreto o a legado, a crucero de ensueño arriando velas y a seductora primavera oscura… aceptó sin dudar porque a la pasión de un té de noche y a la dolce vita estaba dispuesta a rendirse aquella noche y mil más, dejándose llevar allá donde quiera que la primavera y su ensueño la tentaran…

Y es que, por más que nadie sepa como ha sido, la primavera ha llegado y con ella el tiempo de apagar la razón y encender el corazón, de tirarse a la vida y los quieros, de emocionarse y sentirse… y de ver de nuevo Casablanca.



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