Detalle.

Detalles que van más allá de marcar la diferencia, la hacen.

Estaba a punto de obviar un detalle absurdo, una llamada tonta ante la que sentía una importante dosis de pereza y que era en realidad algo pequeño, insignificante, el mundo seguiría girando aunque no la hiciese… Pero decidió no hacerse trampas, no engañar a sus manos con su pereza y hacer la dichosa llamada.

Sabía bien que las grandes cosas de la vida, como las grandes personas, eran pocas y era precisamente en lo pequeño donde venía cifrada la alegría del total. Los detalles.

Sonrió a su interlocutor aun hablando desde sus pocas ganas y éste nunca supo de la pereza que precedió a la llamada, supo sólo que esta llegó y provocó una espiral de sensaciones buenas, las que sólo despiertan los detalles bellos; ella por su parte se sintió feliz una vez colgó el teléfono y se dijo aquello de ¿ves? No ha sido nada y has sumado al mundo sensaciones buenas.

Se hubiera preguntado por la ecuación en contrario, por los momentos en los que sentía la falta de un detalle o dos, pero no se permitió tales pensamientos porque sabía que la llevarían por la deriva del más inútil de los victimismos, un absurdo como tantos otros. Lo que sí hizo, por enésima vez, fue aleccionarse a sí misma, decirse y repetirse que la vida son dos días y mil detalles y que no es buen plan dejar ninguno sin tejer.

Los detalles brillan por su presencia y también por su ausencia, por todo lo bueno que suman cuando se despliegan y por el vacío que crean cuando no están; los detalles existen siempre porque son la energía que mueve el mundo y sirven de sustento para las grandes obras y los grandes momentos, sin ellos no hay cimientos, no hay raíz, no hay base, no hay tierra, no hay vida.

Abrió los ventanales del salón para dedicar un rato a cuidar las plantas que daban vida al alféizar de su ventana; revisó cada una de las plantas, recortó hojas muertas, regó y arrancó alguna mala hierba… y pensó que los detalles que no se acometían para bien, nacían para mal, eran como las malas hierbas que surgen donde nadie las quiere, en el lugar reservado a una planta bella, afean la maceta y el alma de quien ha dejado nacer lo malo en lugar de lo bueno y recordó que lo mismo ocurriría en su corazón si echaba cuentas a la ausencia de un detalle; ya sólo faltaba que esos desprecios a los que no hay que hacer aprecio convirtieran su ser en una jungla no apta más que para monos y tarzanes en lugar del oasis de paz en el que quería vivir.

Allá cada cual con sus selvas, pensó, allá cada quien con sus huertos y sus jardines, con sus junglas y sus mareas, allá cada cual con sus detalles, con los presentes y los ausentes, allá cada quien con sus tsunamis, con sus excesos y sus defectos… amaría el zen por encima de todas las cosas y… prepararía algo delicioso para disfrutar la hora de comer.



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