De lo que ocurre en septiembre.

Porque septiembre es un volver a empezar y un intento más de lo imposible mientras el tiempo cuenta hacia atrás...

Los domingos eran ya desde hacía tiempo días de puertas abiertas pero, concretamente aquel domingo, lo era más si cabe o, al menos, una marabunta de gentes y niños hacía más uso del habitual de la posibilidad de comprar en domingo.

No era de extrañar, era el primer domingo de septiembre, el previo a la vuelta al cole, y las últimas compras de libros, uniformes, zapatos, mochilas y lápices de colores mandaban; la cuenta atrás para la vuelta a las aulas, los deberes y las rutinas estaba ya en marcha.

Pero ella no se fijaba en las compras sino en los niños que correteaban divertidos de tienda en tienda; y mientras los miraba, se preguntaba qué se estaría fraguando en sus cabecitas todavía tan locas porque sabía que entre aquel mundo de locos bajitos, que cantaba Serrat, se escondían tesoros y misterios…

Se imaginaba que alguien observó algún día a un niño bailando bajo la lluvia sin saber que sería admirado por el mundo entero por el modo de mover sus pies; y vista del mismo modo pudo haber sido una niña de rostro dulce y bello sin que su observador alcanzara a imaginar que aquella pequeña sería algún día una dama del celuloide; ¿quién imaginaría el deportivo más espectacular viendo al pequeño Porsche jugando entre maderos? ¿a quién se le ocurriría pensar en Frankenstein al ver a una niña de rostro amable pasear los jardines más emblemáticos de Londres?

Pero a ella le encantaba mirar a los niños, fijarse en sus juegos y en sus ganas, en sus aptitudes y también en sus actitudes, le gustaba verlos crecer y reconocerlos en el parque aunque no fuese para ellos más que una paseante de domingo más…

Aquella observación suya le había demostrado cosas que ya intuía, que todos los niños tienen talentos… y que no todos sabían encontrarlos y hacerlos brillar; que los niños son un reflejo de lo que ven y lo que viven, que dicen lo que oyen y sienten lo que quieren, que son pequeñas personitas influenciables y al tiempo indomables, únicos, irrepetibles…

Se marchó a casa, dejando a madres, padres y niños enfrascados entre libros de primaria y faldas o pantalones de uniforme, y pensando en los profesores que los esperaban en las aulas… porque imaginaba que el principio de curso era para un profesor el inicio de la búsqueda de su santo grial, los imaginaba frente a los 25 niños de la clase, mirándolos a todos, y preguntándose qué talentos latían frente a su pizarra y cuántos lograría detectar y alentar…



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