Canciones de Beuern.
Ya está bien de feísmos... ¡protestemos! pero hagámoslo con clase, con estilo y buen gusto...
Abrió las puertas y ventanas al sol de abril, a su tibia calidez y su luz mientras subía el volumen del equipo tanto como éste daba de sí; al tiempo miraba de reojo la pantalla, sonriendo feliz al recordar las sensaciones que despertaran en su alma tres años atrás, cuando se acomodaba frente a aquel majestuoso escenario del que emanaban la emoción y la vida.
Las suaves y contundentes notas primero y la enérgica explosión de musicalidad después, escapaba por los ventanales abiertos pero a nadie parecía molestarle, era una mañana de domingo con el sol ya en lo alto y tiempo por delante para hacer… lo que a cada cual le viniera en gana, la música era siempre bienvenida.
Decidió lucir las nuevas telas del hogar, los colores y texturas del invierno dejaron paso a los blancos y pasteles en manteles y toallas porque el cambio de armario no sólo era cosa de vestidos y zapatos… Recogió los restos de los cócteles de anoche que resultaron tan deliciosos como deliciosamente descolocada quedó la cocina, pero no se arrepentía del desastre de vasos e intrumentos varios, cada risa, cada brindis, cada recuerdo… había merecido la pena.
Sonaba de nuevo Carl Orff y su épica interpretación, con notas musicales, de las caciones de Beuern… aquellos manuscritos medievales que aparecieran un día por casualidad para presentarse como una de las pocas obras no religiosas de su época; claro que eran mucho más que eso, aquellos versos plagados de magia e ironía, despedazaban en rima asonante la sociedad del momento y el mal hacer de los que ostentaban el poder… y lo hacían rindiendo la intención a los placeres de la carne y la tierra porque ya entonces sabían que, en realidad, life looks good.
Con la energía reactivada y en veloz circulación por su cuerpo y sus ideas, ella seguía revoloteando por la casa, recogiendo un poco allí, otro poco allá, redecorando por aquí, recolocando por alla… Dejó los cuentos sobre la cómoda y aprovechó para regalar a su cuello una gota de perfume y seguir así deleitando sus sentidos entre quehacer y quehacer; sonrió al trolley y al Vuitton que en breve se convertirían en compañeros de viaje de un verano transitado y vivo, lo que le hizo recordar su divertida colección de camisetas que declaraban intenciones… la rescató antes de que las mil cosas que giraban en su cabeza engulleran tal recuerdo… Y sería porque eran playa, calor y paseo que despertaron en ella el deseo de un buen vaso de agua, con hielo y una rodaja de limón.
El tiempo, como ocurre siempre en los momentos de gusto y placer, había volado o había flotado ella sobre él sin darse cuenta de que estaba ya en la una de la tarde; para cuando él llegó, un delicioso picoteo de queso, jamón y copa de vino lo esperaba en el salón, junto a ella.
Entró riendo en casa porque venía oyendo, y ya escuchando, la música desde la calle y le bastó una mirada fugaz a su rostro para saber que las ideas que despertaran en ella años atrás, cuando disfrutaran juntos aquel concierto en vivo y en directo, volvían a pasearse por el salón.
–Dirás que estoy loca eh!– se defendió ella antes de ser acusada de lo que sabía sería acusada… –es utópico lo sé pero… ¿imaginas que fuera posible?– él la dejó seguir divagando mientras saboreaba el vino porque soñar es bueno y mejor si eres capaz de sacar de entre los sueños lo posible para cumplirlo –protestemos, ya está bien de tanto desastre, recorte, corrupción y demás feísmos… ¡protestemos! pero hagámoslo con clase, con gusto y con estilo-.
–¿Entonando?– preguntó el con cierta ironía –por supuesto– fue la contundente respuesta que recibió –claro que sí, mira… la realidad pinta en bastos y se necesita una actitud épica para afrontarla… ¿no es épica la melodía de Carl Orff? eh! Y para que reescribir lo escrito, los poemas del Cármina Burana ya dicen lo que hay que decir… así que en lugar de quedarnos en casa o de salir a la calle a pedradas y bronca salgamos a buen ritmo y mejor tono-.
Él reía ante lo aparentemente absurdo e imposible de la propuesta mientras ella pulsaba de nuevo el play… obviando cualquier respuesta y limitándose a apostillar que… –ya, ya sé que nadie me hará caso pero… en realidad toda revolución, toda lucha y todo gran objetivo necesita un himno que una la voluntad y la intención de quienes luchan por él… Me gusta éste-.
–A mi me gustas tú– confesó el mirándola de frente y a los ojos camino de un cálido beso de verano…