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Buenos propósitos.

Revoloteaban todavía en su cabeza los propósitos de año nuevo de los unos y los otros que eran, más o menos, los de siempre...

Revoloteaban todavía en su cabeza los propósitos de año nuevo de los unos y los otros que eran, más o menos, los de siempre… que si adelgazar o correr, hacer deporte y saltar, vivir con calma, reir, soñar y jugar, viajar, navegar, disfrutar… ideas más que intenciones, pequeñas entelequias que, por la falta de convicción en que nacían, caerían en el olvido antes de llegar febrero.

No así sus propósitos, ellos no serían carne de olvido ni de sueño imposible, porque no eran en realidad propósitos de año nuevo sino buenos propósitos sin más; y porque no le faltaba convicción ni empeño, tampoco las ganas…

Quería que el 2013 fuera primavera, un tiempo cálido y luminoso, brillante, envolvente y lleno de color.

Quería un año de canciones felices, de platos perfumados y de miradas amables; un tiempo de vida y risa, de doce meses, doce temas, y ópera que acaricia la piel; pensaba en reinventarse, en aprender a caminar de nuevo y bailar hasta desfallecer en un año de carretera y manta, de callejear y soñar para crear; quería un año de cuentos de ninfas, pamelas, sombreros y tocados, de reinas, cazadoras y bailarinas que calzan zapatitos de cristal mientras pasean el jardín de las delicias esperando…

Quería llenar su vida de primavera, sentirla en sus ideas, en sus piernas, en su esencia y en sus gafas; llamaba a una primavera divertida, luminosa, oscura, canalla, con duende… una en la que todo, y todo bueno, puediese ocurrir… desde la siesta hasta la fiesta, y entre fiesta y siesta, la vida.

¿En qué piensas?– preguntó él colándose en sus divagaciones –en primavera– él resopló no sin cierta pereza, la misma que le provocaba la estación de las flores –tiempo agotador… inestable, cambiante, cálido, húmedo, alérgico… por no hablar de la gente, que se vuelve loca en primavera– ella sonreía imaginando aquel desolador paisaje de primvera sabiendo que él era más de invierno nórdico y verano de sur, tiempos tan extremos y apasionados como él mismo –esa es la idea, querido– apostilló sonriendo con irónica intención –la primavera es un tiempo en el que reina la locura que hace que todo sea posible-.

Sonrió pensativo, dando una vuelta o un par a aquella nueva visión de primavera y al rato se levantó y caminó hacia la ventana para abrila y gritar -¡Primavera!- ella lo miraba entre risas y carcajadas sintiéndose ya un poco en el tiempo y momento de las flores a pesar del frío que se colaba por la ventana abierta… y es que el tiempo que sientes es el tiempo que vives.



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