Así somos.
Así sois... eso es lo que os hace a veces indescifrables y siempre inevitables.
Sus miradas se cruzaron entre las voces que llenaban el salón y ella retiró la suya como diciendo no me mires cuando me entiendas, que te veo; y es que la situación rozaba el surrealismo aunque no podía quejarse ¿cómo lamentar ver sus sillas y sofás llenos de amigos y la mesa rebosante de café recién hecho croissants, tostadas, chocolates… en un día como aquel?
Y no es que fuera un día especial o digno de recordar por nada en particular, era sólo el día en el que había tenido que renunciar a su paseo de domingo primero y al brunch después, todo por un tobillo maltrecho.
Y ocurrió entonces lo que ocurre cuando los buenos amigos se piensan, allí estaban todos, o casi, llenando su salón de vida.
–No puedo negarlo– decía Carlos –me pierdo por una mujer sofisticada-, Isabel puso los ojos en blanco al escucharle –claro– apostilló –te pierden las caras ocultas tras capas de color– él se defendió… –o color natural-. Sebas discrepaba abiertamente –déjate de sofisticaciones, la sensualidad… esa sí que me descoloca– las chicas optaron por callar, por dejarlos a ellos confesarse a viva voz como inconscientes de su presencia.
–Dejaos de me gusta, no me gusta… nos gustan, a todos, las seductoras y no por nada… es sólo que nos seducen. Somos unos blandos– Ellos se carcajeaban ante sus conclusiones y ellas sonreían mirando al suelo y cruzando medias miradas de refilón sabiendo lo que ellos no eran capaces de descubrir.
–Debo ser raro– comentaba una voz masculina en tono bajo, en un susurro que quería escapar a oídos ajenos –paso de todo eso, a mi me gustan las chicas… normales… naturales, digo– de nuevo las risas… –¡las que siguen siendo niñas!– ironizó Sebas.
–Sofisticadas, sensuales, seductoras, niñas grandes…– resumió Isabel –¿nada más? ¿qué me decís de las hippies, las grunge, las skaters, las pijas, las playeras o las surfer, de las azules y enjoyadas, de las rockeras, punks y aventureras, de las divertidas, medio locas e inconscientes… o incluso clásicas, santas e históricas?
Las risas eran ya generales y, entre tanta mujer hipotética, alguno confesó incluso cierto fingido pavor…
–Qué bobos sois– dijo entonces ella desde su sofá y su pie en alto entre yesos… lo dijo sonriendo y centrando así todas las atenciones de los chicos que apenas se daban cuenta que, como ella, el resto de las chicas sonreía… –somos todas, cada una somos todas las mujeres que decís…– ellos callaban, encajando el golpe de realidad entre sus teorías –así somos– insistió ella.
–Así sois– habló él, que había actuado casi de convidado de piedra hasta ese momento, viendo en un instante a todas en ella y en ella a todas –y eso es lo que os hace a veces indescifrables… y siempre inevitables-.