Agua y sal.
...no había existido jamás lágrima alguna que no llevase en su interior un pequeño pedazo de historia y grande de emoción.
Permaneció largo rato frente a la imagen de aquellas piedras, abstraída en su mundo e inmersa en los matices de aquel brillo; verdes y azules cambiaban de intensidad entre la ausencia de color más deslumbrante, la de los diamantes. Pero ella no veía el lujo ni el exceso que emanaba de aquella foto, sólo veía la imagen desnuda de toda pompa y todo boato, libre de toda luz. Era un lágrima.
Se preguntaba qué historia guardaría aquella lágrima porque sabía que no había existido jamás lágrima alguna que no llevase en su interior un pequeño pedazo de historia y grande de emoción.
Quizá fuera una lágrima por un sueño roto, por un amor perdido u otro nunca hallado, por la soledad del ser, por el miedo y el terror, por la angustia del silencio o la falsa solvencia de un grito; o, tal vez, fuera una lágrima buena, una de alegría y risa, de las que llevan consigo la emoción de un sueño cumplido, de un amor de ida y vuelta, de un puedo, un quiero… y la intención de hacerlos vida.
Mientras soñaba lágrimas pensaba en otoño, en el tiempo que vendría una vez pasara el tiempo cálido, lento y breve a la vez que era siempre el mes de agosto; sabía ya cómo serían los zapatos, los bolsos de noche y los vestidos, tenía idea de cómo lucirían los brillos de temporada, los jeans, las gafas del sol de invierno, incluso los aromas y su más íntimo interior pero no sabía cómo sería su vida; y es que no era tan fácil decidir el color de un bolso o el tacón de un zapato como elegir un camino u otro…
No era fácil porque en la elección iba implícito el descarte y de ahí el dolor y las lágrimas… que no eran lágrimas negras sino blancas, verdes, azules y aguamarina, lágrimas que se llevaban la tensión y el miedo, que borraban los descartes y dejaban espacio libre en la mente y el corazón para los sueños y los caminos nuevos.
Agua y sal para purificar el alma- pensaba –para descargar lo inservible y los molesto, lo absurdo e innecesario, las incómodas mochilas del pasado y los dolores sin futuro ni sentido-.
Sintió su mirada como quien percibe una caricia sobre la piel, lo vio sentarse junto a ella y sonreirle, no oyó nada porque él no dijo nada, sólo la abrazó obligándola a recostarse junto a él en el sofá.
Y sólo entonces supo que lloraba.