40.

Pero ¿qué estaba pasando? ¿Acaso un neón sobre mi cabeza anunciaba a los cuatro vientos que he cambiado de década?

Hace poco ha sido mi cumpleaños. He cumplido… 40. Ufff, ya lo he dicho. Ya está. Confío en vosotros y os lo cuento todo. Mi amigo Alejandro me dijo cuando me llamó para felicitarme: «Anda, que tienes más años que la orilla del río«. Y, aunque me reí mucho con la expresión y, además le adoro y no podría tomarme a mal nada de lo que me diga, lo cierto es que él ¡está a punto de cumplir 50! Y ya está calvo y su barriga es más que notable. Pero es que en un hombre todo está bien visto, incluso cumplir 50. Y en una mujer, todo es cuestionable. Y cumplir 40 es casi ¿vergonzoso?

Hasta el día anterior me sentía genial, perfecta de ánimo y contenta con mi aspecto. En plena forma. Ese día pasó bien, entre llamadas, visitas, mensajes, regalos… Bien. Pero al día siguiente fue ¿cómo lo diría? Fue como caer en picado. Empecé a sentirme malhumorada, triste, irascible… A quien intentaba felicitarme le decía: «Déjalo, que fue ayer«. Aunque «ayer» había sido domingo y hubo mucha gente con la que no hablé y que no vi, claro… Pero me parecía bien zanjarlo. Hice como hace mi hijo con las cosas que le dan miedo: si no hablas de ellas, no existen…

Los días pasaban y yo no levantaba cabeza. Además, se me juntaron otras cosas: un mal corte de pelo (por cierto, la culpa de esto la tiene el andar wasapeando mientras la peluquera agarra la tijera. ¡No puedes dejar de mirar ni un momento!), un problemilla de salud que me hizo perder algo de peso bruscamente, descubrir de repente lo idiotas y mediocres que pueden llegar a ser algunas personas a las que tenía cierta estima, una visita al dermatólogo que me comentó que mi alergia me está dejando la piel muy deslucida… La gota que colmó el vaso la echó el zapatero de mi calle que, al darme las vueltas, me dijo: «Gracias, señora«. Al pobre muchacho le maté con mi mirada pero salí de allí roja de rabia. Pero ¿qué estaba pasando? ¿Acaso un neón sobre mi cabeza anunciaba a los cuatro vientos que he cambiado de década? He estado tantos días mal que ya empezaba a preocuparme. Me dió por pensar si este penoso estado de ánimo sería el que iba a tener los otros 40 años que, más o menos, me quedan…

Entonces, una tarde, subió mi amiga Lola casa a traerme un regalo. Era una gardenia blanca, preciosa, y yo me puse a llorar, inconsolable. Y Lola, que es sabia, me dijo: «No lloras porque preferías una hortensia, ¿verdad? Lloras porque has cumplido 40 ¿a que sí«. Y añadió: «Tú aún no lo sabes, porque acabas de llegar, pero entras en la que será sin duda la mejor década de tu vida, hasta ahora… Físicamente estás muy bien; los niños ya son mayores y empezarás a tener algo de tiempo para ti, un tiempo muy valioso con el que no contabas; pero lo mejor es que ya no tienes que demostrar nada y tampoco tienes que aguantar nada. Se terminó lo de contemplar a todo el mundo, quedarte callada, darle la razón a los demás para no discutir, pedir perdón por tus éxitos, intentar compensar siempre todo, sentirte culpable… No. Eres una pedazo de mujer, has triunfado, estás en plenitud en todos los sentidos: disfrútalo«. Y, desde entonces, todo ha cambiado.

Soy la misma, pero soy otra. Estoy tranquila. Me siento renovada. Y feliz. He hecho repaso de las cosas que no están bien en mi vida y las voy a ir arreglando. Y esto lo comprende todo: desde el fallido corte de pelo que no me favorece hasta las personas que no quiero tener cerca. Todo. Y este fin semana celebraré con retraso mi cumpleaños: me voy a dar un homenaje en un spa. Que me mimen, que me cuiden. Porque me lo merezco. Y me llevaré a la persona que siempre está a mi lado. Ese alguien que jamás me falla, que a veces no me entiende pero que nunca me deja sola, que siempre es el mismo, que me mira cada mañana como si yo fuera la mujer más increíble del mundo y que le parece que estoy mucho mejor con 40 que cuando me conoció hace más de 20 años. Y cada día cuando me levanto y me miro en el espejo me digo: «Felicidades Ginger. Y que cumplas muuuuuuchos más«.

Más en:

Las imágenes pertenecen a SHA Wellness Clinic, en Altea, Comunidad Valenciana.


Oops

La versión más personal de todos nosotros, los que hacemos Loff.it. Hallazgos que nos gustan, nos inquietan, nos llenan, nos tocan y que queremos comentar contigo. Te los contamos de una forma distinta, próxima, como si estuviéramos sentados a una mesa tomando un café contigo.

Caín.

Esta es la historia de Caín, un tuerto que quería ser rey de los otros y que, mientras señalaba la oscuridad del mundo, caía en el abismo de la pereza. + ver

Un lujo.

Que no suene el despertador, que entre una brisa fresca por la ventana y mueva ligeramente la cortina, que el olor a café recién hecho inunde la casa, que suene la música, que brille el sol, amanecer... + ver

Esclavas.

Las mujeres, como seres de fantasía de la historia interminable, iban desapareciendo al paso de la nada, eran borradas del mapa y de la historia, era como si nunca hubiesen existido, estaban muertas... pero seguían en pie. Y eran esclavas. + ver

Newsletter

No te pierdas nada, que saber no ocupa lugar.

Salir de la versión móvil