El relojero de Scapa Flow.

Uno de los acontecimientos legendarios de la historia naval.

14 de octubre de 1939. Con fuerte marea entrante y gran pericia marinera, el joven kapitänleutnant Günther Prien llevó al Unterseeboot rozando a través de los dos remolcadores hundidos en el estrecho y turbulento canal norte de Kirk Sound y, poco antes de la medianoche, anotó en el cuaderno de bitácora, ¡Estamos en Scapa Flow!. Inmediatamente, comenzó a buscar y observó que a 3.000 metros, se encontraba fondeado un acorazado. Aunque la carrera era larga y tensa sería la espera, ordenó el lanzamiento de cinco torpedos. Primero dos, luego tres. Minutos después, el gigantesco buque se elevó del agua, dio un pantocazo, escoró a estribor y pronto enseñó la quilla. Una vez en mar abierto, Prien envió un mensaje informando que con su pequeño U-47 clase VIIb había hundido un acorazado de 31.200 toneladas de desplazamiento, aunque los alemanes sólo supieron su nombre cuando la BBC informó de la pérdida del orgullo de la Royal Navy, el veterano acorazado HMS Royal Oak, llevándose consigo a 833 de sus 1.234 tripulantes.

Scapa Flow es una lúgubre bahía de 311 kilómetros cuadrados situado en la isla Pomona del Archipiélago de las Orcadas, en Escocia, al abrigo de una naturaleza agreste de espesas y frías nieblas, violentos huracanes, y abigarrados farallones, bajos e islotes que provocan corrientes marinas de extraordinaria convergencia. Además, los canales de Scapa Flow se encontraban bloqueados con barreras, pontones, redes antisubmarinas, puntales de bloqueo, minas y pecios. A más de mil kilómetros de las bases alemanas y sometida a una extrema vigilancia, desde esta estratégica situación la Home Fleet controlaba tanto el acceso al Mar del Norte como las grandes rutas marítimas que cruzaban el Atlántico, garantizando el paso franco de los cientos de mercantes que mantenían la economía británica, e imponiendo al enemigo un implacable bloqueo naval.

Iniciada la Segunda Guerra Mundial, el contralmirante del arma submarina Karl Dönitz había ideado la Operación Baldur, un plan para atacar este fondeadero natural, hasta entonces considerado inexpugnable. Recopiló información de la Kriegsmarine, de las operaciones realizadas por la Kaiserliche Marine en la Primera Guerra Mundial y analizó las fotografías tomadas por la Luftwaffe, concluyendo finalmente que el Kirk Sound era el único lugar posible para penetrar, navegando de noche en superficie entre las dos mareas.La responsabilidad de ejecutar laincursión recayó en Günther Prien, que sólo reveló el verdadero objetivo de la misión a los cuarenta y cuatro hombres bajo su mando, escasas horas antes de comenzar la difícil tarea de navegar por tan comprometido lugar.

Dicen que al norte de la bahía, en la pequeña ciudad de Kirkwall, hacía tiempo que se había instalado un amable y risueño relojero llamado Albert Oertel. Como buen suizo, era hombre trabajador y de costumbres regulares, aunque de vez en cuando se escapaba a la taberna donde discutía y sobre todo escuchaba con prudente indiferencia cómo los pescadores y contrabandistas se dejaban arrastrar por la marea alta para superar las barreras militares, cómo lograban evitar los campos de minas, cómo distinguían a los centinelas sobre los canales y cómo aprovechaban la niebla para acercarse a los islotes. Toda la información era enviada a Alemania en forma de inocentes cartas que siempre hablaban de relojes. Habían pasado casi nueve años desde su llegada a Londres, donde a nadie le pareció extraño que solicitase la nacionalidad británica.



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