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Hoy hablamos de versos…

Buscad sonetos- ¡muchos! - y leedlos - ¡todos! - descubriréis un mundo que ni sabíais que existía.

Es fácil recomendar una novela y también lo es interpretarla, cada uno con su criterio. ¡Coge este libro y léetelo!, porque encontrarás en él, al menos, un principio y un final, que te gustarán más o menos. Realmente no es difícil y, además, entre tantos millones de personas, tu recomendación seguro que gusta a muchos y muchos reconocen que has acertado. Sin embargo – y puede que algunos se lleven las manos a la cabeza – lo que no termino de ver es una recomendación de un conjunto de poemas de un mismo autor encerrados dentro del mismo libro… Aunque si recomiendo, sin temor a equivocarme, leer poesía.

Mi recomendación de hoy va para aquellos que aún no se han atrevido a vivir la poesía, bien porque piensan que no van a entender nada, bien porque están convencidos de que es aburrida – aunque no la hayan probado. Probad y decidme ¿cómo es posible condensar tanta fuerza, tanto mensaje en una sola línea escrita? ¿cómo es posible plasmar, juntando tan sólo unas pocas letras, tantas imágenes diferentes en cada una de las personas que las leen? ¡Y, encima, rima, tiene musicalidad, suena a melodía, a cientos de melodías diferentes según sea el estado de ánimo de quien lo lee!

Para los que ya os graduasteis en ‘leer poesía’ poco puedo ofreceros que no sepáis ya, pero a los que aún no habéis empezado o tenéis dudas, ¡ya estáis tardando! Y, para empezar, os recomiendo leer sonetos. Si, sonetos. El soneto es la composición en verso que más me ha gustado desde siempre. Es encajar una historia completa, con principio y final  -como una novela – en catorce líneas con un juego de rimas que supera a mucha música…

Podéis comenzar con uno de Federico García Lorca. Un soneto que, si de sentimiento y amor hablásemos, no sería sólo ‘un soneto’, sino ‘El Soneto’:

Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.

En serio, ¿hay alguien capaz de expresar algo así, de mejor manera…? Buscad sonetos- ¡muchos! – y leedlos – ¡todos! – descubriréis un mundo que ni sabíais que existía.



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