El perfume.

La seducción que despliega el olor es implacable: se instala en nosotros y sella su poderío en los tejidos de la memoria.

¿Cómo será eso de nacer sin olor corporal? Esto no nos resultaría extraño hoy en día porque a buen seguro, ninguno de nosotros seríamos capaz de apreciar semejante detalle. Pero en el París del segundo tercio del XVIII, tal y como nos cuenta Patrick Süskind en El perfume, el olor – el mal olor – es característico y cualquier ser humano despide un hedor generalmente bastante desagradable. Si el curioso detalle de la falta de olor corporal, además, se complementa con un prodigioso sentido del olfato, entonces puede que tengamos una bomba de relojería en nuestro cuerpo, jugando con nuestros sentidos y con los conceptos de amor u odio un tanto distorsionados.

En el momento en el que nace Jean Baptiste Grenouille París olía así y me ha causado tal efecto esta situación que, una vez más y sin poder evitarlo, creo que me he auto-transportado a ese momento, en un lugar en el que el mal olor riza el rizo: el actual mercado de víveres construido sobre lo que antes había sido el «Cementerio de los Inocentes». Una delicia para los sentidos, vaya.

Si existe una forma artesanal de dominar el mundo, esa es sin duda la capacidad de manejar los aromas a tu gusto, porque el olfato es el único sentido que no podemos evitar. No ocurre así con ninguno de los otros cuatro, los cuales podemos limitar con tan sólo no mirar, no tocar, no probar o no oír. Pero el olfato es ingobernable. O lo soportamos o moriremos asfixiados en pocos minutos. Cuando Grenouille es consciente de esto comprende que podrá dominar el mundo haciendo uso del don divino que le ha sido otorgado; un anormal sentido del olfato capaz de distinguir y aislar en su interior el olor de cualquier persona, animal o cosa que tenga delante.

Dicen que las personas nacemos con una suma concreta y exacta de proporciones  de cada átomo de nuestro cuerpo, por lo que si tenemos exceso de alguna de ellas, en algún lugar de nuestro ser tendremos falta de otras. De esta forma puede ocurrir, por ejemplo, que tengamos un olfato prodigioso a cambio de alguna merma en la parte de nuestro cerebro en la que reside el sentido de la responsabilidad, el respeto y el amor por las personas. Con estos elementos, condimentados con una corta vida marcada por el desprecio, el odio, la pobredumbre y la desdicha, es con los que Patrick Süskind fabrica al asesino Grenouille de El perfume. A partir de aquí, sólo nos quedará esperar pacientemente  a ver qué sucede.

Y sucede que Grenouille aprende cómo sacar fuera de si el infinito archivo de olores que almacena en su cerebro mediante técnicas cada vez más depuradas relacionadas con la destilación de aceites esenciales y la mezcla de otros ingredientes necesarios para fabricar un perfume. Mas no es suficiente con lograr la perfecta combinación de aromas de las flores. No, el quiere más. Su olfato le dice – y sabe que no le engaña – que el perfume perfecto parte de el olor divino de los cuerpos de ciertas mujeres cuya virginidad las hace propensas a formar parte de este macabro experimento de alta perfumería.

Su maravilloso olfato guía a nuestro protagonista hacia el logro del perfume perfecto, ese que hace que hombres y mujeres pierdan el sentido. El perfume que logra dominar mentes y voluntades, hasta tal punto que un simple olor sería capaz de salvarle incluso de una ejecución inminente. Süskind da libertad a un genio de su época para lograrlo, aunque sea a costa de un macabro y despiadado sistema. Süskind logra que su pequeño héroe consiga tan ansiada esencia, alcanzando la perfección absoluta, aún a riesgo de que Grenouille sea devorado por su propio ego y desintegrado por su propia creación.

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Título: El perfume
Autor: Patrick Süskind
Fecha de publicación: 06/06/2013
Idioma: Español
ISBN: 978-84-322-2048-7
Presentación: ePub
Traductores: Isabel Segur Giralt | Teresa Segur Giralt

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