El lector de Julio Verne.
Nino, hijo de guardia civil, tiene nueve años, vive en la casa cuartel de un pueblo de Jaén, y nunca podrá olvidar el verano de 1947.
No se si se puede llegar a ser feliz durante un tiempo de posguerra, en el que la mentira y el fingimiento, el “no hay más remedio” y las acciones realizadas bajo la batuta de la obligación sobrevuelan cada minuto de la existencia de una persona. No se si es posible ser feliz cuando la rabia y la sed de venganza – quizás por pura supervivencia – , la dignidad mal entendida o los actos heroicos en pos de una bandera, con los que se apuesta tu propia vida y la de tus seres queridos, son el desayuno de casi todas las mañanas. No creo que sea posible, ni siquiera cuando se tienen 9 años de edad. Sí es verdad que con esa edad vives episodios que se parecen a la felicidad, sobre todo si los comparas con el entorno general de la época y el lugar en los que te ha tocado vivir.
Nino ya es un hombre y ha decidido contarnos cómo fueron los dos años más importantes de su vida en la – si me permitís la denominación – Posguerra Civil Española. Parece que en el final de la década de los cuarenta del pasado siglo, siendo hijo de guardia civil, tu vida debería ser bastante llevadera si la comparases con muchas otras. Lo que ocurre es que Nino, junto con su familia, vive en una casa cuartel en Fuensanta de Martos, al pie de la Sierra de Cazorla, justo en la época en la que el famoso guerrillero Tomás Villén Roldán, Cencerro, se ha convertido en héroe necesario y odiado villano de un pueblo tan dividido en dos como la España a la que pertenece. A su corta edad va descubriendo los sucesos del pasado, viviendo los del presente y vaticinando los del futuro, teniendo muy claro sobre todo que él nunca va a ser guardia civil, porque no quiere, porque la imagen de su padre se desdibuja en su cabeza cada vez más hasta llegar a verla como una triste, desolada y desamparada figura de alguien que se ha visto abocado a ser lo que le han impuesto.
Personalmente creo que Almudena Grandes siempre va a narrar sus novelas dejando rastro de sus ideas y tendencias políticas. En este caso nos deja ver, sin faltarle razón, que en Fuensanta de Martos todos son perdedores; unos porque se resisten a no ser lo que han sido siempre, a claudicar ante las injusticias de un régimen impuesto; otros porque no alcanzan a comprender el por qué tienen que deshacer su existencia viviendo una vida que se han encontrado de bruces sólo por estar un día a una hora en un lugar determinado. Todos pierden en esta historia.
Todos pierden, excepto Nino y otros niños de su edad, porque la vida y la naturaleza siguen su curso por encima de las guerras, venganzas, iras, soberbias y demás dañinos inventos del hombre, ante los que la mente limpia de un niño está por encima. Y el niño, inteligente que es, sigue el mismo curso que la vida y la naturaleza, descubriendo la magia de los libros – aunque estén prohibidos –, el sentimiento de enamorarse – aunque ella sea roja –, la sensación de tener una obligación interior de saber y defender lo que es justo o injusto, aún a sabiendas que tanto los que tenían que impartir esa justicia impuesta, como los que sufrían las injusticias tenían su parte de razón. Todos son víctimas de la mala fortuna de haberles tocado vivir una época y en un lugar en el que una vez estaban porque la casualidad les había puesto allí.
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Título: El lector de Julio Verne.
Autora: Almudena Grandes.
NARRATIVA. Novela. Marzo 2012
Andanzas 730/2
ISBN: 978-84-8383-388-9
424 pág.
19,18 € (IVA no incluido)