Creación, lucha, éxito… Hablando de Doris Lessing.
Doris lessing llevaba el estigma del Premio Nobel grabado en su frente desde el momento en el que nació, mal que les pesara a algunos.
Si nos ponemos en situación tendremos que tener en cuenta que cincuenta novelas la contemplan, además de ensayo, teatro y un gran número de relatos cortos; si entramos en materia y nos salta a la vista que vivió casi todos los sucesos históricos más relevantes del siglo XX; si advertimos, además, que nació con ese don divino que es otorgado a ciertas personas para juntar palabras en el orden adecuado y preciso y plasmarlas en color negro sobre fondo blanco, hasta tal punto que con sólo 14 años ya tenía más que claro que era una escritora en ciernes y que llegaría a serlo de forma autodidacta; y si destacamos que era una mujer que fue viviendo en sus carnes cada nuevo paso adelante que las mujeres lograban dar socialmente, sufriendo a su vez la represión y desdicha ‘consentida’ de estas mismas mujeres, ellas, con Doris Lessing dando la cara por ellas en numerosas ocasiones, entonces habremos de reconocer que nos encontramos ante un filón literario poco habitual.
Cuando se juntan las circunstancias – a una suerte de alineación de los astros lo achacan algunos – y se concentran en una habilidad innata como la de Doris Lessing, podemos decir que tenemos a alguien que llevaba el estigma del Premio Nobel grabado en su frente desde el momento en el que nació. La curiosidad – decía ella – era lo que le había llevado a convertirse en una escritora de éxito internacional. ¡Vamos, Doris, creo que la modestia no es lo tuyo! No debes decir eso, porque a los demás, también curiosos, nos das unas falsas esperanzas si te guardas para ti el secreto de la alquimia del éxito literario.
Bueno, no tenemos más remedio que asimilar que todo acaba, aunque a veces sea largo, muy largo el camino que va del principio al final. 94 años es un muy largo camino y terminó ayer. Quizás la causa principal de haber llegado tan lejos en número de cumpleaños pueda haber sido esa necesidad de lucha inquebrantable contra todo aquello que pudiera constituir una injusticia del tipo que fuera. Lucha capitaneada por su arraigado feminismo y consiguiente defensa de los derechos de la mujer en toda su extensión, algo que hoy en día – aunque sin rematar – queda ya lejos del horizonte aquel en el que aparecimos un día en este mundo los de mi generación.
Escribir medio centenar de novelas, ser la influencia patente e inspiración de un buen número de grandes escritoras de medio mundo o ser la autora de una obra que se encuentra entre las 100 novelas más importantes del siglo XX de la literatura inglesa – Cuaderno dorado – son motivos más que suficientes – creo yo – para que en 2007 ganara el Premio Nobel de literatura, a pesar de los detractores que fueron surgiendo a posteriori. No veo lugar a dudas. Una prolífica creación, éxito mundial, lucha sin cuartel y capacidad para contarlo de manera absorbente,… Puede que la suerte le sonriera o que la providencia la pusiera en el lugar preciso en el momento adecuado y que tuviera la suerte de haber nacido con ese don divino que es otorgado a ciertas personas; el caso es que con toda esa conjunción de elementos, Doris lessing llevaba el estigma del Premio Nobel grabado en su frente desde el momento en el que nació, mal que les pesara a algunos.
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