Tàpies y Chillida se reencuentran en Zabalaga.
Chillida Leku presenta una exposición dedicada a Antoni Tàpies, el primer artista invitado al caserío de Zabalaga y cuya obra marcó la evolución del arte contemporáneo.
La última vez que coincidieron Antoni Tàpies y Eduardo Chillida fue en Barcelona, con motivo de una exposición de Miró. Era el año 1997. Lo que no podían saber ninguno de los dos artistas es que ese encuentro iba a ser el último. Ellos, que habían compartido vivencias personales paralelas e itinerarios artísticos convergentes, contribuyeron de manera definitiva en la evolución del arte moderno y contemporáneo.
La exposición Tàpies en Zabalaga que acoge Chillida Leku –la casa museo fundada en vida por el artista donostiarra a las afueras de Hernani– ahonda en las extraordinarias similitudes principios comunes que guiaron la vida y la práctica artística de ambos, pero también en los elementos que los diferenciaron. Además, rinde homenaje al creador catalán cuya obra, igual que la de Chillida, dejó una profunda huella en el enfoque humanístico del arte y su capacidad transformadora.
Con esta muestra, Chillida Leku inaugura una nueva línea expositiva dirigida a acercar el universo de Chillida y su legado histórico a través de un diálogo con el trabajo de otros artistas. En esta ocasión, la conexión profesional y la relación personal de ambos creadores han determinado la elección de Tàpies como invitado de honor, y la materia (la tierra chamota) el ingrediente primordial de la exposición.
En efecto, es la chamota el material con el que están hechas la mayor parte de las esculturas que se exhiben en el piso superior del caserío Zabalaga –ocupándolo en su totalidad– y el nexo que compartieron ambos artistas en la década de los 80. Era 1981 cuando Tàpies comenzó a experimentar con las posibilidades de esta técnica en el taller del ceramista Hans Spinner. Durante ese periodo, también varias invitaciones para trabajar la cerámica en el taller del galerista Aimé Maeght en Saint-Paulde-Vence (Francia). Eduardo Chillida, que había descubierto la tierra en esos mismos hornos, animó a Tàpies para que disfrutara de la experiencia de trabajar con el barro cocido.
Cada uno la trató de diferente manera, pero ambos mostraban (y sentían) un profundo respeto por la materia (por todas las materias), “siempre como algo vivo, trascendiéndola, reuniendo en ella los principios filosóficos, vitales, espirituales que les movían”, explica Mireia Massagué, directora de Chillida Leku. Por eso, insiste, «sólo podía ser Tàpies» quien inaugurase el nuevo proyecto.
La selección de obras, algunas de las cuales pueden verse por primera vez fuera de la Fundación Antoni Tàpies, revela el lenguaje distintivo del artista y gran parte del extenso repertorio iconográfico del artista catalán.
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