Las mujeres de la abstracción se reúnen en el Guggenheim Bilbao.

'Mujeres de la abstracción' repasa la historia de las contribuciones que las mujeres artistas hicieron este movimiento durante siglo XX hasta 1980, con alguna incursión en el XIX.

Hasta el 27 de febrero y con la colaboración del Centre Pompidou de París, el Museo Guggenheim Bilbao acoge la exposición Mujeres de la abstracción. Se trata de un relato artístico abierto que abarca la danza, las artes decorativas, la fotografía y el cine. La intención del museo es aportar una nueva visión de la historia de la abstracción desde sus orígenes hasta la década de 1980, a través de las obras de más de cien mujeres artistas, destacando los procesos de su invisibilización, así como varios de los hitos que marcaron la historia del arte abstracto.

Mujeres de la abstracción va más allá de la idea de una historia del arte concebida como una sucesión de prácticas pioneras, aunque las hubo. De hecho para situar el origen del movimiento hay que remontarse a la segunda mitad del siglo XIX. En aquel tiempo, el misticismo y las prácticas espiritistas adquieren una importancia inédita  como una especie de regreso al origen, a la esencia del ser humano y el misterio universal. Una de las pioneras del espiritismo y la proyección de sus visiones al arte fue Georgiana Houghton e ilustra el simbolismo sagrado, explora la espiritualidad como el paso previo hacia la representación abstracta. Ella y otras mujeres artistas, como Hilma af Klint, establecieron las bases de una abstracción no conceptualizada, basada en los símbolos, en las percepciones del más allá y la teosofía.

Af Klint fue la primera, antes que Kandinsky y todos los demás. Ya por 1906 creaba cuadros abstractos en los que proyectaba imágenes que le resultaban complejas de explicar. Claro que también supo que tales representaciones no iban a ser comprendidas. Así que evitaba exponerlas en público. No contenta, dejó escrito que sus trabajos no se mostraran hasta 20 años después de su muerte. Y es que bien sabía ella que los enfoques espiritistas no iban a ser bien recibidos en un contexto en el que la historiografía moderna rechazaba cualquier referencia a las ciencias ocultas.

A partir del trabajo de estas dos visionarias, la exposición mantiene la estructura cronológica para repasar la obra de más de cien mujeres artistas, su complejidad y diversidad. Presta especial atención a los contextos sociales e históricos que rodearon, favorecieron o limitaron el reconocimiento de sus creaciones, revelando al tiempo los procesos que contribuyeron a su relegación y silenciamiento.

Esta muestra sobre la abstracción femenina traspasa, además, los límites de la pintura para incidir en disciplinas que, como la danza, influyeron de forma decisiva en esta corriente. Así, las coreografías “serpentina” de Loïe Fuller revelan un trabajo de geometrización del cuerpo. Como si fuera un pincel usaba su cuerpo para diseñar ondulaciones y formas en el espacio.

El papel de los textiles en arte es otro de los aspectos que se subrayan en la muestra. Fue Sonia Delaunay-Terk una de las primeras en elevar la disciplina a los espacios del arte. De hecho, fue tal su éxito que durante el exilio en España en la I Guerra Mundial abrió en Madrid su propia firma de moda y decoración, Casa Sonia, que continuó tras su regreso a París. También Sophie Taeuber-Arp, hija de una de las primeras feministas abiertas a las artes, se formó en el campo de los textiles y la madera en Munich. Antes  asistió a la escuela de dibujo del Museo de la Industria y la Artesanía de St. en Suiza. Taeuber desarrolló un lenguaje abstracto muy personal a partir de formas geométricas.

Las artistas rusas de las vanguardias reciben al fin el reconocimiento que, sorprendentemente, les fue negado durante décadas. Sorprendente porque fueron muchas, muy brillantes y muy valoradas en su época las mujeres que se abrieron paso en ese contexto. Su número se explica por la apertura a la enseñanza de las bellas artes en el Imperio Ruso. Aunque cada una desarrolla su propia originalidad, todas ellas exploran posibilidades artísticas más allá de la pintura: poesía, libros, teatro, escenografía, decorados, vestuario, tejidos… Llevan la abstracción al plano de lo cotidiano.

La perspectiva de Mujeres de la abstracción también trasciende las fronteras físicas y temporales, mediante un enfoque global. El dinamismo de la escena parisina de la década de 1950 queda subrayado con obras de la libanesa Saloua Raouda Choucair, la cubano-estadounidense Carmen Herrera o la turca Fahrelnissa Zeid. La exposición también explora la modernidad de Latinoamérica (entre ellos, el neoconcretismo brasileño), Oriente Medio, Asia y la de las artistas afroamericanas, cuyas voces sólo lograron cierta visibilidad a partir de 1970.

La exposición se adentra en movimientos concretos como la Bauhaus de la década de los 20 o la Texas Bauhaus, desarrollada desde la iniciativa de Carlotta Copron, quien crea en la Universidad de Denton una cátedra de fotografía creativa. Utilizando la luz como materia prima, fomenta el uso del “modulador de luz” —una caja perforada donde colocar objetos para su visualización—, de espejos, prismas y recortes de papel, cubos de cristal o persianas venecianas para refractar, distorsionar y reflejar la luz en las superficies de los objetos. Fueron Ida Lansky y Barbara Maples alumnas destacas de estas enseñanzas vanguardistas y del desarrollo de la escuela.

Más información Museo Guggenheim Bilbao



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