La Tate Liverpool desvela los espacios invisibles de Francis Bacon.

La Tate Liverpool analiza la obra de Francis Bacon, reconocido como uno de los pintores más poderosos e influyentes del siglo XX.

Francis Bacon pasó media vida asegurando que jamás dibujaba bocetos, que prefería atacar el lienzo virgen sin ideas preconcebidas. A golpe de pincel, se entregaba a los dictados de su grito interior haciendo de la tela el vertedero de sus obsesiones, de sus temores y decepciones. No dibujo, afirmaba. Empiezo haciendo todo tipo de manchas. Espero lo que llamo “el accidente”: la mancha desde la cual saldrá el cuadro. Sin embargo, esto no es del todo cierto. Tras su muerte se hallaron una serie de dibujos preparatorios que desmentían la ausencia de planificación en su trabajo.

La Tate Liverpool reúne gran parte de dichos bocetos en la exposición Francis Bacon: Invisible Rooms. Una retrospectiva que además ahonda en uno de los temas clave de la obra del artista británico: los cubos, las jaulas y las estructuras arquitectónicas donde encerraba a sus personajes, creando espacios opresivos de extraordinaria fuerza plástica empleadas para destacar su propia angustia existencial. También los crucifijos, las bocas distorsionadas, los desnudos masculinos. Otros de los elementos recurrentes en su imaginario artístico cuyo significado suele relacionarse con la violencia, la sexualidad y el patetismo de la existencia.

Rebelde por naturaleza y prácticamente autodidacta, Bacon vive sus primeras experiencias pictóricas en Berlín y París. Apenas cuenta con 16 años cuando descubre a Picasso, comenzando entonces sus rastreos por la senda de las vanguardias, principalmente por el surrealismo y el primer expresionismo alemán. Sin embargo tales corrientes no acaban de colmar sus necesidades expresivas. Por ello opta por crear su particular universo creativo con la figura humana como eje —figura que retuerce y deforma a su antojo convirtiéndola en la imagen de sus obsesiones profundamente ligadas a la brutalidad de la Segunda Guerra Mundial—, el retrato como género y el tríptico como formato favorito. A través de su obra Bacon grita al mundo su malestar, la violencia reprimida, el miedo, la carne devastada, la soledad, la brutalidad, la vulnerabilidad del ser humano mediante desnudos simiescos y figuras prisioneras, aisladas, fuera del entorno natural. Se hace cómplice del color y los cuerpos en movimiento para plasmar sus turbulencias interiores. Se contorsiona en atmósferas inquietantes, a veces oscuras, otras preñadas de tonos agresivos. Se enfrenta al absurdo, al patetismo, a la indignidad, al abismo de la mortalidad.

Francis Bacon: Habitaciones invisibles analiza algunos de los cuadros más emblemáticos del artista como Tres estudios para figuras al pie de una Crucifixión, Estudio para un retrato o el Tríptico en memoria de George Dyer. Pero también se adentra en una de las facetas menos exploradas del artista: el uso de la fotografía como fuente de fisonomías y posturas. Aunque el empleo de la imagen ya se le conocía en los años 50’, el examen póstumo de su estudio desveló que el atesorar material fotográfico fue otra de sus obsesiones permanentes, tan influyente como como su interés por Velázquez, Miguel Ángel, Goya, Dégas o Van Gogh.

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Francis Bacon: Habitaciones invisibles
Tate Liverpool
Fechas: del 18 mayo al 18 septiembre 2016

Más información Tate Liverpool



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