Hiperreal: el ilusionismo del trampantojo se instala en el Thyssen.
El Museo Thyssen presenta 'Hiperreal. El arte del trampantojo', una revisión cronológica del género desde el siglo XV hasta el XXI.
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza propone un recorrido por la historia del trampantojo a través de más de un centenar de obras en las que los artistas superan los límites del cuadro para confundir al espectador. Hiperreal. El arte del trampantojo revisa la evolución de un género pictórico cuya presencia se remonta al mundo clásico. Desde entonces hasta nuestros días, el juego del engaño ha establecido y fortalecido una complicidad entre pintor y observador que comienza con la sorpresa y termina con la fascinación y la ilusión de recuperar la ingenuidad infantil.
Las leyes de la óptica y la perspectiva —que ya experimentaban griegos y romanos en sus pinturas murales— han sido herramientas fundamentales a la hora representar el artificio visual. De hecho, los primeros ejemplos se conocieron a través de textos literarios clásicos como el Naturalis Historiae, de Plinio el Viejo donde narra la fábula fundacional del trampantojo, protagonizada por los pintores griegos Zeuxis y Parrasio.
Sin embargo, la expresión trampantojo —ilusión con la que se logra hacer ver lo que no es— procede del francés trompe l’oeil. Su definición se recoge por primera vez en 1806 en el diccionario de Bellas Artes de Aubin-Louis Millin. No obstante, el término ya se había utilizado como título de la pintura que Louis-Léopold Boilly presentó en el Salón de París en 1800.
La exposición repasa todos los recursos del ilusionismo pictórico, desde el bodegón más sencillo hasta composiciones complejas que superan la dimensión del cuadro. Aunque Hiperreal explora el relato de manera cronológica, se ordena por materias y escenarios, independientemente de la fecha de ejecución, mezclando épocas y obras.
Se abre con una Puesta en escena dedicada al bodegón, el género que más posibilidades ha brindado a los pintores para experimentar con las ilusiones ópticas. El realismo de los objetos representados (flores, frutas, alimentos de origen animal…) permite jugar con la ficción, que es lo que pretende la pintura hiperrealista; el realismo puro quedaría al margen del trampantojo. De hecho, a mediados del siglo XVII, alcanzó en Holanda la categoría de género independiente con respecto a las naturalezas muertas. Los primeros creadores fueron dos alumnos de Rembrandt: Samuel Van Hoogstraten y Carel Fabritius.
Otro de los artificios más elaborados por los artistas para trascender el espacio bidimensional ha sido (es) el juego con los márgenes y los marcos de los cuadros, como muestra la sección Figuras, encuadres y límites. Los flamencos e italianos del Renacimiento empleaban este recurso con maestría en retratos encuadrados en ventanas. Para confundir ilusión y realidad, la figura se representa a escala real, mientras que los encuadres arquitectónicos se pintan con detalle. El truco consiste en situar objetos o partes del cuerpo fuera del marco. Buenos ejemplos de esta técnica los hallamos en San Marcos Evangelista, de Andrea Mantegna o en el Retrato de un hombre con una sortija, de Francesco del Cossa.
El capítulo consagrado a los Huecos para curiosos exhibe con profusión las representaciones de objetos en el interior de estantes, alacenas u hornacinas, perfectos para generar ambigüedad y provocar la sorpresa en el espectador. El pintor toledano Juan Sánchez Cotán destaca como maestro en el uso de esta técnica. En su Bodegón con frutas y verduras —fechado hacia 1602— le basta un simple vano desnudo para crear la sensación de que los alimentos se escapan del cuadro, como si flotasen en el espacio.
Es típico el trampantojo de estantes y baldas encontrarse con libros, papeles y volúmenes gruesos. Tal es el caso del boloñés Giuseppe Maria Crespí (Dos estanterías con libros de música) o el americano Kenneth Davies, cuya técnica se basa en la iluminación.
Como puede observarse en Muros fingidos: tablones y paredes, el papel (documentos, cartas, dibujos, grabados, mapas, partituras) reproducido bajo formas diversas y aspectos de todo tipo en cuanto a tamaño y contenido ocupa un lugar preminente en la creación del trampantojo. En este capítulo se presenta también otro grupo de obras en las que los objetos que cuelgan de una pared están vinculados a la caza.
Desorden perfecto y el rincón del artista muestra los llamados quodlibet —del latín quod y libet, ‘lo que quieras o gustes’—. Se trata de una variante en la se disponen objetos variados en aparente desorden dentro de una superficie plana, sujetos por cinchas que simulan estar clavadas formando líneas o cuadrículas. Este tipo de trampantojo comparte la temática cotidiana del bodegón, pero son también un testimonio de su época (siglo XVII).
Las flores son otro de los motivos más utilizados en los trampantojos, ya sean arreglos en forma de ramos, cestas, floreros o guirnaldas, o como complemento de otros temas. Un experto en el género fue el pintor Daniel Seghers o la pintora decimonónica Clara von Sivers.
Hiperreal se cierra con un amplio recorrido por la Renovación americana y su estela. Las obras reunidas en esta sección muestran la riqueza del trampantojo en Estados Unidos durante el siglo XIX y principios del XX. Cuando parecía decaer el género en Europa, los norteamericanos inician su particular camino por el arte del engaño mediante alusiones a la economía, la cultura del consumo o la censura. A modo de epílogo, el Trampantojo moderno reúne una selección que destaca por la agudeza del ingenio de sus autores. Aunque incluye pinturas del XVI La tierra, de Giuseppe Arcimboldo), el conjunto se centra en los siglos XX y XXI.
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