Bilbao y la pintura: la ciudad en el cambio de siglo vista por sus pintores.
El Guggenheim Bilbao presenta ‘Bilbao y la pintura’, una muestra que reúne la pintura de los artistas que trabajan en la ciudad durante el cambio de siglo.
Entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, Bilbao experimenta una expansión que no sólo se traduce en su urbanismo y su industria naval y siderúrgica. También la cultura se extiende ente el imparable proceso de modernización de la villa. Durante este periodo histórico, los pintores de la capital vizcaína reflejaron en su obra aspectos muy distintos del paisaje y la sociedad, la innovación y las tradiciones vigentes.
El Museo Guggenheim Bilbao presenta Bilbao y la pintura, que reúne una selección de pinturas realizadas por artistas que trabajan en la ciudad entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. Algunos de ellos habían viajado a París impregnándose de las tendencias y vanguardias francesas imperantes. La exposición revela momentos muy diversos de la historia de Bilbao a través lienzos que representan las actividades comerciales en la ría y las faenas cotidianas del puerto pesquero; la vida burguesa y los aldeanos; la lucha y la muerte en el mar; los remeros y los héroes del deporte; el terraceo de la época o las romerías en una anteiglesia vizcaína.
El recorrido comienza con varias reproducciones fotográficas de la villa de finales del siglo XIX, contextualizando de este modo el ambiente social, laboral y económico del momento. Destaca también la figura del escultor Paco Durrio, creador del Monumento a Juan Crisóstomo de Arriaga, que no sólo homenajea al compositor, sino que simboliza su trabajo y su prematura muerte.
Una vez metidos en el ambiente decimonónico, Bilbao y la pintura da paso a una importante selección de paisajes naturales y urbanos como La ría en Axpe y En la terraza. Ambas del artista Adolfo Guiard evocan momentos del duro trabajo en el mar, al contrario de las obras de Zuloaga, Manuel Losada o Guinea que recrean escenas de ocio de la alta burguesía, la élite cultural.
Una segunda sala exhibe el diálogo de color entre el mar y la montaña, los pueblos marineros y las aldeas rurales. Ambos escenarios ilustran la vida cotidiana del trabajador, el folclore ligado a la fiesta popular, incluso el mundo taurino muy representado por en las pinturas de Francisco Iturrino: Los garrochistas, Escena campera o Fiesta en el campo.
El Tríptico de la guerra de Aurelio Arteta y el Tótem de Agustín Ibarrola —ambas muy representativas de la vida en los caseríos— cierran esta sección, intensamente vinculada a la siguiente, donde se recupera la visión más etnográfica y costumbrista. Artistas como Manuel Losada, Aurelio Arteta o Jesús Olasagasti documentan la simbología de los bailes vinculados a las cosechas o la doma de caballos; también el folclore vasco, las romerías y otras tradiciones.
Comisariada por Kosme de Barañano, Bilbao y la pintura evoca a través de las impresionantes vistas de su paisaje, las labores en las aldeas de montaña y en las villas marineras y la alegría de sus fiestas, valores como el esfuerzo, el talento, el compromiso, la tenacidad o la confianza.
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