Bartolomé Bermejo, el maestro del gótico español.

El Museo del Prado presenta una antológica dedicada al maestro cordobés Bartolomé Bermejo, uno de los artistas más fascinantes de la segunda mitad del siglo XV.

Bartolomé de Cárdenas, el Bermejo, nació en Córdoba. Se formó en Flandes e Italia y desarrolló su trabajo entre Valencia, Cataluña y Aragón. Poco más se sabe de su misteriosa biografía. Probablemente su condición de judeoconverso —su esposa, Gracia de Palaciano, fue condenada por la Inquisición, acusada de prácticas judaizantes— le sentenciara a esa vida itinerante por el este español. Tampoco sus primeras obras figuran documentadas, salvo el célebre San Miguel (1468) pintado en Valencia para la parroquia de Tous, que ya revela una profunda influencia flamenca.

Pese a la escasa documentación sobre el artista, algo más han podido descubrir los historiadores del arte sobre su compleja personalidad, tan fascinante y rebelde como lo fue su pintura. Su carácter inconformista le empujaba no sólo a transgredir los criterios de las cofradías para las que creaba, también a discutir o marcharse sin más dejando la obra inacabada porque no se sentía cómodo o porque no le pagaban lo que él estimaba como justo. Una de estas huidas le costó la excomunión en 1474, cuando dejó a medio hacer el retablo de la parroquia de Santo Domingo de Silos.

Aparte del dominio de la técnica del óleo a la manera flamenca, Bermejo desarrolló un personal lenguaje realista, atento especialmente a los efectos ilusionistas, los juegos visuales y una gama cromática sorprendente. No en vano, su obra es considerada como una de las más brillantes e influyentes del siglo XV en España. Un genio del óleo, muy valorado y admirado en su tiempo, que cayó en el olvido tras su muerte a comienzos del siglo XVI.

El Museo del Prado, con la colaboración del Museu Nacional d’Art de Catalunya, reivindica la genialidad de Bartolomé Bermejo mediante una antológica que recupera casi una cincuentena de piezas. Entre ellas el mencionado San Miguel triunfante sobre el demonio con Antonio Joan de Tous, procedente de la National Gallery, la Piedad Desplà de la Catedral de Barcelona o cinco de las tablas del (se conservan seis) retablo de Santa Engracia de San Pedro de Daroca.

Brillos y reflejos sobre metales, piedras preciosas y orfebrería, transparencias en gasas, o una paleta cromática capaz de reproducir el tacto de tejidos, mármoles y pavimentos le otorgaron la condición de uno de los pintores más virtuosos del siglo XV. Junto a su destreza técnica, sorprende también su capacidad para desarrollar nuevas interpretaciones de todo tipo de temas e iconografías religiosas. También exploró otros géneros como el paisaje y el retrato. La exposición, además de permitirnos disfrutar de esa belleza artística tan peculiar, analiza la influencia que los flamencos — Jan van Eyck, Hans Memling o Rogier van der Weyden— ejercieron sobre el cordobés, reclamado por algunos de los más exigentes clientes del momento, como el arcediano barcelonés Lluís Desplà o el mercader italiano Francesco della Chiesa.

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Bartolomé Bermejo. Museo Nacional del Prado, edificio Jerónimos. Sala C. Fechas: del 9 de octubre de 2018 al 27 de enero de 2019. Comisario: Joan Molina.



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