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Sin diminutivo.

El Hotelito, en Navaluenga, Ávila, es grande por fuera y por dentro.

Dejaron su anterior vida. Christina y Cándido dieron un giro inesperado. Como otros, como pocos. Y de Madrid se marcharon a Navaluenga, ese municipio de Ávila con aire puro y un río de frescas aguas. Quisieron empezar un nuevo capítulo, juntos y también en compañía de otros muchos. Y crearon El Hotelito, un espacio mágico que sirve de refugio para quienes lo descubren.

No, lo cierto es que este hotel no hace honor a su nombre. Quizá sí en lo que respecta a las connotaciones cariñosas del diminutivo, pero en ningún caso en el tamaño ni intenciones. Es más, debería responder a otro sufijo : -azo. Porque es sofisticado, confortable y realmente único.

Christina y Cándido participaron activamente en su construcción. No hubo estudios de interiorismo ni reputados arquitectos que decidieron donde iba ese cuadro o ese sillón. Intervino sí el buen gusto de ella, una danesa viajada por medio mundo.

Ellos diseñaron las camas, dieron vueltas hasta encontrar cada elemento y cuando no lo hallaron, lo dibujaron y fabricaron. A la estética y atmósfera nórdica han añadido un toque étnico realmente atractivo. El resultado es cálido, acogedor.

El Hotelito cuenta con 12 habitaciones y accesibilidad para personas con movilidad reducida. También son bienvenidas las mascotas. Como le gusta afirmar a Cándido, desde un pájaro a un caballo. Porque, junto a la desconexión y paz que brinda este lugar, se encuentra la posibilidad de montar a caballo. El que ellos te dejan o el tuyo propio.

Y esta pareja, que un día soñó con un hotelito en Navaluenga, idea, ahora sí y luego también, nuevas propuestas. Han sido y volverán a ser algunas como cursos de sushi y origami, jornadas de cetrería, observación de las estrellas, salidas por el campo guiados por un naturalista que descubre las setas y plantas más características y que pide silencio para escuchar el canto de cada pájaro.

Se puede alquilar una bicicleta y pasear por el campo ; visitar la cercana Bodega Garnacha Alto Alberche y catar sus vinos ; tomar un libro de su amplia biblioteca y sentarse al sol, junto al jardín o al calor de la chimenea. Se puede y se debe, además, no hacer nada. Tan sólo disfrutar de la casa de Christina y Cándido.

Localización

C

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