Tócala otra vez, Massimo.

Buenos Aires, Argentina. Doce de la mañana y un sol peleón sobre la capital bonaerense. Viajaba solo, conducía un espectacular Audi de color blanco y se escondía tras unas bonitas gafas de sol marrones. Las chicas de la recepción se habían quedado embobadas mirándole mientras él hablaba con el encargado del hotel. Estaría una semana, por trabajo, y se hospedaría en la décima planta.

En cuanto el botones se retiró, se echó sobre la cama. Era más cómoda de lo que esperaba. Miró su reloj, todavía tenía una hora antes de la primera reunión del día, podría darse una ducha y comer algo. Estaba hambriento.

Vestía un estiloso pantalón color crema de lino, una americana azul marino, que había remangado casi hasta el codo, y una camisa blanca delicadamente planchada. En esta ocasión no le acompañaba ninguno de sus trajes, demasiado encorsetados para una gente que acudiría en vaqueros a reunirse con él. Tenía siete días por delante para conseguir cerrar un acuerdo con los propietarios de las plantaciones y regresar a España con un contrato bajo el brazo.

Respiró profundamente en silencio. Alguien en la habitación de al lado escuchaba Rain, de Bishop Allen. Sonrió. No lo hubiese sabido si no fuera por ella. Su nueva vecina madrileña, empeñada en enseñarle un poco del mundo que se estaba perdiendo entre tanto viaje y reunión. Era rara y extravagante, un poco desordenada y complicadamente bonita. La echó de menos y pensó que ya era hora de replantearse un par de prioridades. Eso sí, a la vuelta. Se irguió, comenzaba el día.

A Massimo Dutti le gustan los hombres espectaculares, de eso no hay duda. Sus propuestas para este verano llegan cargadas de una elegancia cómoda y atemporal. Americanas, camisas remangadas, pantalones tobilleros y mocasines. Un tributo al buen gusto con toque a café del bueno. O eso me parece a mí.

Massimo Dutti