Lucile se suelta la melena.
Se la ondula. Se la lleva a un lado en un intento de seducirnos. Lo consigue.
Dice la escritora Paloma Cobollo, que «la sensualidad no está en el beso apasionado, ni en la caricia íntima, ni en el susurro al oído, la sensualidad nace unos segundos antes con un silencio o una mirada». Y en ese mirar nos recreamos, sin emitir un solo sonido, porque con Lucile no queda más remedio.
La observamos mientras baja las escaleras, sentada en un sillón, o apoyada sobre la pared. Nos entretenemos con las ondas de su pelo, en sus labios a veces vino, a veces nude, en su piel que se intuye suave, y en la curva de su cintura.
Y es que con ella nos adentramos en la sofisticación cortesana, en el romance clásico, y en la huella brit que Lady Duff Gordon comenzó a proyectar a finales del XIX, ahora bajo la suavidad de las sedas rojas, vainillas, ciruelas y rosas.
Una colección que dota de especial protagonismo a los encajes dorados y negros, las grandes lazadas, los ligueros, y los cinturones que con toda la intención, acentúan las formas. Como también lo hacen los sujetadores push up, los culottes, los kimonos, las camisolas y las chaquetas, que completan los diseños que otoño invierno 2013 nos regala la firma británica.
¿Un susurro al oído?, ¿una caricia? Ese debe ser el resultado de lo que ves. Como aquella imagen de las piezas de dominó que tras empujar una, todas siguen su curso sin oponer resistencia, casi de forma natural.
Porque así es Lucile, pura progresión. O quizás ese abanico de posibilidades del que hace uso la seducción, para tentarnos sin consentir que parpadeemos.
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