X-Men: Días del futuro pasado
Para sentirse de nuevo con un tebeo en las manos. Y disfrutar.
Los superhéroes han venido para quedarse. Quien iba a imaginar, cuando cambiaba tebeos de la Patrulla X en la papelería de Maruja, que algún día iba a escribir delante de una pantalla sobre el estreno de una película sobre ellos, aunque ahora los llamen X-Men. Quien iba a imaginar que se pudieran reproducir de manera tan real todos los poderes y combates de aquellos cómics que leía, que devoraba cada vez que tenia uno en las manos. Pero ahora ya no sólo son los efectos especiales, el 3D, la captura de movimiento y todas esos tecnicismos que parecen más propios de mandar un cohete al espacio que de hacer una película. Ahora, una vez ya Marvel, por ejemplo, ha lanzado una buena cantidad de cintas sobre gente con superpoderes, en particular media docena sobre el universo de los X-Men, es necesario algo más.
Y parece que X-Men: Días del futuro pasado tiene ese algo más. Personajes sólidos, un guión que es algo más que un mero vehículo al servicio del técnico en efectos, momentos divertidos e incluso algún atisbo de grandeza. Vuelve Bryan Singer a la dirección, como en las dos primeras de la saga de los mutantes. Y se nota el cariño que tiene hacia ellos. Y vuelven también los habituales Hugh Jackman, Halle Berry, Patrick Stewart o Ian McKellen junto con los relativamente novatos (En esto de encarnar mutantes) James McAvoy, Jeniffer Lawrence o Michael Fassbender. Y lo hacen para enredarnos en esos días del futuro pasado, es decir, en un juego entre lo que puede pasar y lo que pasó, un juego que, como es de imaginar, tiene en salvar al mundo de un gran peligro su principal objetivo.
Para sentirse de nuevo con un tebeo en las manos. Y disfrutar.