Una docena de actores que no sabias que habían dirigido películas.
Un puñado de actores que decidieron ponerse al otro lado del espejo, el de los directores.
Alicia al otro lado del espejo. Ocupar el lugar del otro, de ese que nos mira. La curiosidad por ser el observador. O simplemente dar las ordenes en todo ese tinglado que debe ser el rodaje de una película, que nadie va a saber coger mi lado bueno como yo mismo. Vaya usted a saber las razones que llevan a los actores a coger el megáfono y comenzar a dirigir películas. Es posible que haya un intento de superación personal, un querer ir más allá en la profesión, de ser más creativo, de ser algo más que un rostro o un cuerpo bonitos, o parecer más serios que un cómico haciendo chistes en pantalla.
El caso es que, sea lo que sea lo que les impulsa, no son pocos los intérpretes que han terminado por tomar el camino de la dirección. Tampoco hay que irse demasiado lejos para tener ejemplos, como es el de Paco León, recién estrenado su tercer largometraje, o el triunfador de los Goya con su opera prima A Cambio de Nada, Daniel Guzmán. Sin olvidar los dos largometrajes de Antonio Banderas o la treintena del ilustre Fernando Fernán-Gómez, a quien a la vista de la cantidad y calidad de su trabajo como realizador ya cuesta seguir llamando sólo actor.
Y es que, como todo en la vida, entre todos los actores que han tomado el camino de la dirección, ha habido triunfos y sonoros fracasos, medianías varias y simples demostraciones del tipo de «sólo quería saber si era capaz». Incluso hay quien consiguió una obra maestra al primer (y a la par único) intento, como fue Charles Laughton y La noche del cazador, dirigiendo al inquietante Robert Mitchum en uno de sus mejores papeles. Pero en realidad, son los menos. La mayoría de las veces el intento se queda eso, en intento, y cae en el olvido, sólo rescatado por artículos como este, válidos eso si, para animar cualquier conversación cinéfila sacando aquello de «¿A que no sabias que Johnny Depp había dirigido una película?
Johnny Depp (The Brave, 1997)
Interesante título donde Depp se dirige a sí mismo y a una leyenda como Marlon Brando en una historia alrededor de las Snuff-Movies. No obtuvo el éxito esperado, o al menos, no le debió producir muchas satisfacciones al actor, que no ha vuelto a repetir en la dirección.
Jack Lemmon (Kotch, 1971)
Jack Lemmon se sienta en la silla del director y cede el protagonismo a su tantas veces genial compañero Walter Matthau en esta amable y tierna historia sobre la vejez y sus abandonos. Se deja ver.
Madonna (W.E., 2011)
No una, si no dos películas lleva en su haber la polifacética actriz-cantante de Michigan, de las que esta narración del romance entre el Rey inglés Eduardo VIII y la norteamericana Wallis Simpson es la mejor, aunque fuera vapuleada por la crítica.
Jack Nicholson (Camino del Sur, 1978)
Hasta en tres ocasiones se ha sentado el viejo Jack en la silla del director, sin que por ello haya llegado la vencida, es decir, esa película que demostrara tanta calidad en la realización como la que tiene de intérprete. Al menos lo intentó…
Ana Belén (Cómo ser mujer y no morir en el intento, 1991)
Ana Belén se lanzó a la dirección a comienzos de los 90 con esta adaptación del best seller de Carmen Rico Godoy protagonizada por dos pesos pesados del cine español de aquellos años como Maura y Resines. No murió, pero se quedó en eso, en intento.
Frank SInatra (Todos eran valientes, 1965)
A tenor del resultado final, no se le daba nada mal a Sinatra lo de ponerse al otro lado de la cámara. Lo mismo si hubiera insistido en el intento y no se hubiera quedado en una sola película, la letra de My Way hubiera sido distinta…
Diane Keaton (Héroes a la Fuerza, 1995)
¿Es cosa mí, o a Diane Keaton le queda como un guante eso de ser directora de cine? Sea afirmativa o negativa la respuesta, el caso es que ella no perseveró más allá de otra película, Colgadas, en el 2000. Pero viendo el resultado de este debut, es posible que nos hayamos perdido algo.
Ryan Gosling (Lost River, 2014)
El guaperas de Gosling intentaba demostrar que tiene algo más que buena fachada, pero la jugada pareció quedarse en un batiburrillo de ideas cogidas de aquí y allá sin demasiado sentido. Otra vez será.
Drew Barrymore (Roller Girls, 2009)
Aquella niña amiga del extraterrestre más telefónico de todos los tiempos se terminó convirtiendo en actriz de reparto con apellido de familia de actores ilustre. Y el intento de cambiar su carrera de actriz por la de realizadora no parece que pasara de una película para chicas que tenía buenas intenciones. Demasiado poco.
Marlon Brando (El Rostro Impenetrable, 1961)
La primera (y única) película que dirigió Brando no la empezó a a dirigir él, si no Stanley Kubrick. Era probable que dos genios como ellos rozaran, y Brando terminó quedándose sólo. No sabemos que habría hecho Kubrick, pero la realidad es que a Marlon no le salió nada mal.
John Malkovich (Pasos de Baile, 2002)
Malkovich eligió para su única apuesta en la dirección una película española con Javier Bardem de protagonista. Y como es de esa clase de tipos a los que todo parece salirle con mucho estilo, la cosa resultó más que bien, aunque su taquilla no reflejase su calidad.
Gary Oldman (Los Golpes de la Vida, 1997)
Gary Oldman firmaba no sólo la dirección, si no también el guión de esta buena película ambientada en los barrios más duros de Londres y con el peso protagonista en las mujeres y su lucha diaria. Visto el resultado, esperamos con entusiasmo la segunda en la dirección del actor, para 2017.