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Nunca es demasiado tarde.

Un cajón de pequeños recuerdos hecho película

John May es un hombre solitario y de maneras calmadas. Y ejerce uno de esos trabajos que no se ajustan a la normalidad, de los que no se suelen encontrar en conversaciones de bar. Consiste en encontrar a los familiares o amigos a los fallecidos que han muerto sin que nadie reclame sus cuerpos, para que alguien les acompañe en el último viaje. A pesar de su diligencia y meticulosidad, sus jefes en el ayuntamiento deciden prescindir de sus servicios. Su último trabajo será encontrar a los familiares de un hombre llamado Billy Stoke. Al investigarlo, con su habitual manera de trabajar, encuentra una vida llena de matices, y también a la hija que abandonó, con la que comienza una peculiar amistad.

Resulta complicado referirse a Nunca es demasiado tarde de una manera específica, decir algo absoluto de ella. Es una de esas películas pequeñas, tan meticulosa y calmada como su protagonista, ese funcionario con la normalidad como vestimenta que se entrega a su trabajo con dedicación absoluta. Podríamos decir que es en parte una comedia negra y en en parte un drama, con lo que nos saldría algo así como una tragicomedia negra, pero el asunto parecería demasiado grande. Es más bien como un cajón de recuerdos y momentos sin demasiado orden aparante, cada uno de ellos con su propia historia, alguna de ellas melancólica, otra graciosa, otra trágica. Como hablar de cualquier vida una tarde de otoño.

Lo que hace importante a Nunca es demasiado tarde es precisamente el valor del conjunto de ese cajón de pequeños recuerdos. Esa falta aparente de grandeza que nos une a ella por la simple razón de que nuestras vidas no se alejan demasiado de lo cotidiano, de los pequeños detalles como los que componen las vidas de John May, de Billy Stoke, de su hija… y por la sencilla pero aplastante presencia de Eddie Marsan, uno de esos secundarios del cine británico de toda la vida que borda aquí su primer papel protagonista.

En definitiva, la película de Uberto Pasolini es una excelente recomendación para una tarde de cine tranquila y sosegada, de paseos largos y frases cortas, de miradas lejanas e incluso de un poco de lluvia que refleje las luces de la calle mientras buscas refugio tras salir del cine.

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Título original: Still Life
Año: 2013
Duración: 92 min.
País: Reino Unido
Director: Uberto Pasolini
Guión: Uberto Pasolini
Música: Rachel Portman
Fotografía: Stefano Falivene
Reparto: Eddie Marsan, Joanne Froggatt, Karen Drury, Andrew Buchan, Neil D’Souza, David Shaw Parker, Michael Elkin

 



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