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The Lunchbox.

Cine claramente de empezar una tarde noche de primavera

Cuando pensamos en el destino, si es que pensamos en él, nos solemos imaginar algo solemne, esplendoroso, algo así como una señal gigantesca en el cielo, un giro sorprendente en el guión de nuestra vida que nos llevará hacia la fortuna. O hacia el desastre, que también el mundo está lleno de pesimistas. Sin embargo, me da que el destino es algo mucho más enrevesado, intermitente, asustadizo. Más parecido a las figuras hipercomplicadas de las fichas de dominó que se van cayendo sucesivamente, o a esos mecanismos donde diferentes elementos nada comunes entre sí se van solapando en su funcionamiento para que todo acabe con una pelota cayendo en un vaso.

Destinos y mecanismos como que una mujer india haga lo más amorosamente posible la comida a su marido, con la intención de reconquistarle, lo entregue a un sistema de reparto de comida que se lo debe hacer hacer llegar, y esta termine en las manos y el paladar de otra persona, otro hombre con el que nada une a la cocinera, y por ende, casi nada ya a este mundo, próximo a la jubilación, y habiendo perdido recientemente a su mujer. Esta es la premisa inicial de The Lunchbox, la opera prima del director Ritesh Batra, una historia sencilla en sus formas, pero llena de vericuetos hablando de la relación epistolar a través de esos envíos de comida, que semejantes a las fichas de dominó, van sucesivamente formando una figura al caer. La figura de la vida y los futuros, posibles o imposibles, de dos personas unidas por la simple casualidad.

Cine claramente de empezar una tarde noche de primavera saliendo del cine con una sonrisa y de la mano de alguien con quien compartirla.



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