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La Gran Belleza.

La Gran Belleza es bella y excesiva, y larga y corta, y grande e íntima. Es de esas películas que son muchas cosas a la vez.

Envidio profundamente a las ciudades con película. A esas ciudades de cine, que nos hablan de ella de una manera diferente, a través de una historia, actuando como un personaje más en ella. Nueva York, Londres, París tienen varias de esas películas en su haber. Y Roma. La Dolce Vita, Fellini. Y ahora, Roma también tiene La Gran Belleza.

Roma es la protagonista de la película de Paolo Sorrentino. La Roma de La Dolce Vita, o lo que queda de ella. La Roma de íntimos excesos de Fellini. La Roma, al fin, del otro protagonista, esta vez humano, de la película, Gep Gambardella (Toni Servillo), un cínico y descreido escritor que ya no escribe, pero que sigue viviendo y observando Roma como si lo siguiera haciendo, y que bien podría ser un Mastroianni venido a viejo. Personajes y situaciones absurdas, intensas, cómicas, íntimas, profundas, para describirnos un universo que a la vez vemos lejos y cerca, para enseñarnos Roma y su belleza decadente pero eterna.

La Gran Belleza es bella y excesiva, y larga y corta, y grande e íntima. Es de esas películas que son muchas cosas a la vez. Y nos hace viajar, por supuesto. Y el cine, ese camino hecho de imágenes, nos lleva, como todos los caminos, a Roma.



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