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Her.

¿Hasta que punto estamos enganchados a nuestros teclados, nuestras pantallas, nuestros programas?

Her, del director Spike Jonze es una película que nos narra la historia de un imbécil que se enamora de un sistema operativo, de un programa de ordenador, vaya. Porque sólo a un imbécil se le ocurriría enamorarse de algo así. ¿O no? ¿Hasta que punto estamos enganchados a nuestros teclados, nuestras pantallas, nuestros programas? ¿Que parte de ellos nos hace refugiar nuestras soledades en su lectura o interactuación? ¿El lado humano del que está al otro lado, o la posibilidad de ocultarnos y refugiarnos en nosotros mismos evitando el fracaso que a veces trae el contacto físico?

Además, la cosa no es nueva. Ya a Berlanga se le ocurrió el enamoramiento de Michael Piccoli de una muñeca hinchable en Tamaño Natural, porque era todo lo que, en 1974, esperaba de una mujer. Puestos, si el sistema operativo del que se enamora nuestro protagonista (Joaquin Phoenix) posee una más que respetable Inteligencia Artificial avanzada, ¿que le separa del androide por el que bebe las aguas Harrison Ford en Blade Runner? ¿El físico? Claro, pero ¿no decimos siempre que el físico no es lo más importante?

En todo caso, si sigues pensando que el susodicho es un imbécil, te informo que no debe ser el único, porque un montón de críticos imbéciles han puesto a la película, su director y su protagonista por las nubes, y hasta los imbéciles de los próximos Oscars la han nominado como mejor película. Estás avisado.



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