De perdidos al cine. Las mejores películas de perdedores.
Una docena de perdedores con los que hemos ganado un montón de buen cine
Un segundo después de que el jugador del Atlético de Madrid Juanfran fallara el penalty que hacia perder a su equipo la final de la Champions y se la entregaba al Real Madrid, incluso los aficionados del equipo blanco dejaban parte de su corazón con la figura del destrozado jugador, viva imagen de la derrota. Es la mitología del perdedor, la leyenda de la derrota, la atracción que sentimos hacia aquellos que combaten y pierden, más aun si la derrota es esa dama que los atrapa una y otra vez, como en el caso del Atlético, perdedor por segunda vez ante el mismo equipo, de la manera más cruel posible.
Más allá de la compasión por el derrotado o del morbo del «voyeur» feliz de la desgracia ajena, el derrotado lleva consigo un aura de honor, de personalidad, de decencia incluso. Claro que hay que saber perder. Perder como Bogart en Casablanca. Hay que dejar que se vaya Ingrid Bergman con estilo. O al menos tener la cara de Paul Newman para que parezca que no está mal nacer para perder, como El Buscavidas. Ser un poco Qujote, que ese las tenía perdidas ya todas de antemano, aunque luego se ganase la eternidad a base de darse de tortazos con los propios sueños.
Los sueños. Esa es otra. Soñar con imposibles, como todo hijo de vecino. Con la vecina de arriba, con el gol por la escuadra, el atraco perfecto, el jefe muerto y el gordo (de la lotería) en casa. O soñar con perder, que de todo hay. El caso es participar, dicen y hay gente que lo lleva a rajatabla, como aquella selección Haitiana de… Bobsleigh! o la selección de fútbol de Micronesia, o el peor director del mundo, ese Ed Wood tan magistralmente malo para algunos. Porque si no puedes ser el mejor, es mejor ser el peor con estilo. Aunque eso no sea necesariamente perder, si no ganar a su manera.
En todo caso, películas de perdedores y perdedores de película hay como para hacer cuatro listas como la que presentamos. Para algunos habremos acertado. Y para otros habremos perdido. Pero como todo buen perdedor debe conocer, diremos aquello de «lo hemos intentado».
Luces de la Ciudad (Charles Chaplin, 1931)
Cuando se es un vagabundo como Chaplin y se hace cualquier cosa por conseguir el amor de alguien, perder se parece mucho a una obra maestra. Pura poesía cinematográfica. Una joya, vamos.
American Beauty (Sam Mendes, 1999)
Lester Burnham (Kevin Spacey) rompe con todo lo que en su vida le parece superfluo y negativo. Pero la vida se encarga de que pierda de nuevo. Queda la excusa, claro: al menos lo intentó.
Casablanca (Michael Curtiz, 1942)
Hay que tener cuajo para aguantar sin despeinarse que la mujer que te abandonó sin ninguna explicación aparezca en el último rincón del mundo para pedirte ayuda para ella… y su marido. Ya tiene que ser buena la amistad del final de la película para que merezca la pena.
Atraco a las 3 (José María Forqué, 1962)
Si hay un género en el que el cine español puede batirse con el norteamericano es el de mostrar las penurias de los perdedores. Como los pobres empleados que pretenden ejecutar el atraco perfecto a su propio banco en esta genialidad de Forqué.
El Apartamento (Billy Wilder, 1960)
Jack Lemmon presta su apartamento a los jefes para subir en una empresa en la que no sube, salvo en el ascensor que maneja la chica de la que se enamora y que usa con el jefe de Lemmon el apartamento. Suena a perdedor, pero en manos de Wilder además es pura ternura e ironía fina.
Barrio (Fernando León de Aranoa, 1998)
El extrarradio de Madrid puede ser la ubicación perfecta para salir perdiendo en demasiadas facetas de la vida. Si naciste para martillo del cielo te caen los clavos, dice la canción. Pues eso. Profundamente pesimista y bella.
Elegidos para el triunfo (Jon Turteltaub, 1993)
A priori, Jamaica no parece el lugar idóneo para crear un equipo olímpico de bobsleigh, ese deporte donde un trineo se desliza a toda velocidad por una pista helada llena de curvas peraltadas. Pero el caso es que lograron acudir a unos Juegos Olímpicos. Quedaron los últimos, claro. Ganar para perder, o perder ganando, según se mire. La película, de Disney.
El Buscavidas (Robert Rossen, 1961)
Es el mejor, pero tiene miedo a ganar. Así que pierde. Con lo que queda demostrado que lo de ganar y perder es más una cuestión de actitud que de aptitud. El atractivo de la autodestrucción y esas cosas de la compasión hacia uno mismo.
Blade Runner (1982, Ridley Scott)
Pocos perdedores como Rick Deckard y Roy Batty, cazador y presa, cambiados los papeles en una de las escenas más brutalmente bellas de la historia del cine. El significado de vivir, de morir, de perder, de ser humano, en suma. Hemos visto cosas, pero pocas tan buenas en una pantalla como esa.
Espartaco (1960, Stanley Kubrick)
Ser un esclavo y desafiar a Roma. Suena a imposible, suena a perder seguro. Pero los sueños están hechos a la medida de hombres como Espartaco. Sabemos que no lo va a conseguir, pero le seguiríamos igual. Obra Maestra.
Ed Wood (Tim Burton, 1994)
Está considerado como el peor director de la historia del cine, lo que curiosamente le hace ser más conocido que buena parte de los que lo hicieron mejor que él. No lo sabía, pero su vida y obra estaba hecha a la medida para una película de Tim Burton. Extraño.